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CRECER EN LA FE
Hebreos 5.12-14
Nuestro Padre celestial desea que crezcamos espiritualmente. Él nos pone en una escuela de fe, por así decirlo, para enseñarnos a seguirle. Ayer hablamos de la disciplina de escuchar a Dios. Hoy veremos cuatro prácticas más que son necesarias para vivir en Cristo.
Primero, el Señor quiere que lo obedezcamos. Algunas de sus enseñanzas son fáciles de seguir, mientras que otras son difíciles. Elegir nuestro camino puede hacernos sentir bien al comienzo, pero el resultado siempre es lamentable. En cambio, cada acto de obediencia edifica la fe.
Segundo, el Señor nos enseña a depender de Él. De hecho, a veces nos llama a la acción en áreas que parecen humanamente imposibles. Por ejemplo, perdonar un acto de atrocidad es algo que consideramos más allá de nuestra capacidad. Pero, cuando no podemos realizar lo que Él demanda, confiamos en que su poder nos lo permitirá.
Tercero, nuestro Padre celestial quiere que esperemos en Él. El camino de Dios es lo mejor, y Él desea que confiemos en su voluntad y seamos pacientes.
Cuarto, la Biblia nos enseña que confesemos nuestros pecados a Dios, que nos arrepintamos y que aprendamos de ellos. Dios no espera perfección de nosotros, pero sí quiere ver una respuesta saludable a nuestras faltas.
El Padre celestial quiere que sus hijos tengamos una vida abundante y significativa. Por esta razón, envió a su Espíritu Santo a morar en nosotros, a equiparnos y a darnos poder para que podamos alcanzar nuestro mayor potencial. Podemos elegir cooperar con este plan o vivir apartados de lo que Él tiene para nosotros.
LA VIDA BUENA
Salmo 100
Todos conocemos personas que padecen enfermedades, crisis económicas o algún tipo de dificultad. ¿Cómo debemos reaccionar a dichas situaciones a la luz de lo que enseña la Biblia sobre la bondad de Dios, y de la expresión de su bondad para con nosotros?
En primer lugar, la naturaleza de Dios es perfecta, y todo lo que Él hace es recto (Dt 32.4). Él es "misericordioso y clemente ... y grande en misericordia" (Sal 103.8). Por su naturaleza, Dios es bueno. En segundo lugar, nuestro Padre celestial expresa su bondad basado en su propósito de conformarnos a la imagen de Cristo (Ro 8.29). Desde la perspectiva del Señor, todo lo que encaja en su plan es provechoso para nosotros.
La mayor demostración de la bondad del Señor se ve en la vida y muerte de su Hijo. Jesús dejó su hogar celestial, tomó la forma de hombre, padeció y murió en lugar nuestro para que pudiéramos ser perdonados (Fil 2.6-8). Por lo que nuestro Salvador padeció, hemos sido adoptados en la familia de Dios, y el cielo es nuestro hogar eterno.
En el momento de la crucifixión de Cristo, los discípulos no podían ver nada beneficioso en ella. Solamente sentían un gran pesar. Pero sabemos que Dios dio a su propio Hijo para que podamos ser salvos (Ro 8.32).
Nuestra definición de la vida buena probablemente incluiría éxito material, buena salud y ausencia de problemas -las cosas que nos hacen felices ahora. Pero Dios tiene una perspectiva eterna, y Él siempre obra para llevar a cabo su plan a largo plazo para nosotros. Podemos confiar en su bondad aun en momentos de oscuridad.
FACIL DE DECIR, DIFICIL DE HACER
Mateo 5.10-12
Los mandatos de Dios desafían a veces la lógica humana. Tomemos, por ejemplo, el mandato de regocijarse en la persecución. No tiene sentido hasta que nos damos cuenta del efecto que tiene la alabanza -ella nos mantiene enfocados en el Señor y las cosas buenas que Él puede sacar de las dificultades.
El apóstol Pablo experimentó más abusos y sufrimientos de los que jamás experimentaremos la mayoría de nosotros. Fue golpeado, sometido a juicio y encarcelado, pero veía más allá de esas dificultades lo que el Señor estaba haciendo por medio de su vida. Es decir, aunque no se alegraba por estar preso, podía celebrar el gran ministerio que tenía entre los guardias de su prisión.
Si creemos que Dios tiene el control y cumple sus promesas, entonces debemos confiar en el principio de Romanos 5.3-5. Este pasaje nos asegura que nuestras dificultades tienen un propósito. Específicamente, desarrollan nuestra paciencia, fortalecen nuestro carácter y afianzan nuestra esperanza. Dos bendiciones inmediatas del sufrimiento son el aumento de nuestra fe y la preparación para servir más al reino.
El Señor sacará algo bueno de nuestra persecución, como lo hizo con Pablo. Pero si permitimos que la duda nuble nuestra fe, no seremos capaces de regocijarnos por lo que Él está haciendo en nuestra vida y por medio de ella. Y si no podemos regocijarnos, estamos en peligro de rendirnos antes de que la buena obra de Dios pueda ser terminada. Regocijarnos nos mantiene enfocados en el Señor y en su propósito, para que podamos comprender el significado de nuestras pruebas y recibir nuestra recompensa.
BENDICION EN LA PERSECUCION
1 Pedro 4.12-14
Aunque, sin duda, no nos sentimos bendecidos cuando nos insultan y persiguen, Jesús dijo que sí lo somos (Mt 5.11). La perspectiva del Señor en cuanto a la persecución difiere de la nuestra; Él considera positivo que suframos por su nombre. La persecución es buena por varias razones:
Demuestra nuestra fe. La única manera de conocer la calidad de nuestra fe es por medio de la prueba. Cuando perseveramos, comenzamos a entender que podemos permanecer firmes y obedientes en medio de alguna dificultad, a la vez que descubrimos el gran poder de Dios para sostenernos.
Purifica nuestra vida. La persecución dirige nuestra atención al Señor y el sufrimiento nos lleva a sus brazos. Cuando nuestro tiempo con Dios aumenta, Él nos hace conscientes de nuestras actitudes y acciones pecaminosas -algunas causantes de nuestra prueba, pero otras no- por las cuales debemos arrepentirnos. La persecución es una herramienta eficaz de purificación.
Nos prepara para el servicio. El sufrimiento pone fin a nuestra autosuficiencia y orgullo -actitudes que estorban nuestra utilidad para el Señor. El orgullo se viene abajo cuando comprendemos que no somos capaces de vivir por nuestra cuenta, especialmente cuando hemos sido insultados y heridos.
Una vida de comodidad y placeres no es siempre una señal de bendición. Así que "no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 P 4.12). Si la persecución fortalece nuestra fe, purifica nuestros corazones, y nos prepara para el servicio, entonces debemos dar gracias al Señor por la manera que la utilizará en nuestra vida.
EL TRONO DE LA GRACIA
Hebreos 4.13-16
¿Se ha preguntado usted alguna vez cómo es el cielo? Si pudiera crear al cielo según sus propias especificaciones, ¿qué habría en él?
Al principio, la pregunta parece fácil -de inmediato vienen a su mente unas cuantas ideas. Pero, después de varios minutos de consideración seria, se hace evidente que no podríamos pensar en cosas que darían satisfacción eterna. ¿Cómo podríamos hacerlo, a menos que ya lo hubiéramos experimentado? La triste verdad es que la gente pasa mucho tiempo buscando algo, o a alguien, solo para llegar a la conclusión de que su meta no era en realidad lo que querían. El problema es que si no contamos con ayuda, no sabemos en verdad lo que queremos.
Esta es una de las razones por la que tenemos un gran Sumo Sacerdote presidiendo en el trono de la gracia. La Palabra de Dios nos dice que "no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta" (He 4.13).
En otras palabras, Jesucristo ve lo que en realidad queremos y necesitamos, aunque nosotros no reconozcamos lo que eso pudiera ser. Él sabe cómo encontrar lo que nos duele, para poder aplicar allí el bálsamo aliviador.
Y lo que es aún mejor, Él nos alienta amorosamente a "[acercarnos] confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (He 4.16). Tenga por seguro que su Sumo Sacerdote conoce los verdaderos deseos de su corazón, y Él lo está alistando para el cielo que ya ha preparado
SIERVOS PIADOSOS
Juan 13.13-16
Cuando usted escucha la palabra "siervo", ¿le viene a la mente alguna persona? Quizás recuerde a un vendedor singularmente servicial o a esa maravillosa mujer de la iglesia que siempre se ocupa de cada detalle.
Estamos rodeados de siervos que aman al Señor, pero lamentablemente no los apreciamos. Esta es una tragedia que tenemos que corregir, no solo por el bien de ellos, sino también por el de nosotros. Creo firmemente que el servicio fiel de creyentes consagrados a Dios traerá bendiciones incalculables a quienes ellos sirvan.
Por ejemplo, la historia de José revela que adondequiera que él se hallaba, las personas prosperaban. Potifar no era un hombre que temía a Dios, pero reconocía que su prosperidad la debía a su esclavo. Otro ejemplo del Antiguo Testamento es Daniel, cuyos servicios al rey de Babilonia incluía la interpretación de visiones (Dn 2, 4, 5).
En ambos ejemplos, líderes fueron bendecidos por las acciones de sus servidores. Pero, más que eso, ganaron consciencia del Dios vivo, y contribuyeron al éxito de ambos jóvenes al darles más responsabilidades y mayores oportunidades de servicio (Gn 39.1-6; Dn 2.46-48; 5.29).
Descubra qué personas a su alrededor tienen el don de servicio. Pase tiempo con ellas, sirviendo y trabajando para la gloria de Dios. Si usted desprecia a alguien que desempeña algún "trabajo de siervo", se privará de una relación que pudiera literalmente cambiarle la vida. En vez de eso, busque a esas personas, y pregúnteles: "¿De qué manera puedo unirme al servicio que usted desempeña?"
Santiago 5.16
El letrero favorito de mi madre, que colgaba sobre la puerta de nuestra casa, nos recordaba que "La oración lo cambia todo". Desde que era muy pequeño, fui testigo de esta poderosa verdad por su ejemplo. Ella me contaba algunas dificultades que estaba enfrentando, y luego me pedía que orara por esos motivos con ella. Y después se aseguraba siempre de dar la gloria a Dios cuando compartía la maravillosa noticia de que Él había respondido esas oraciones.
De hecho, esta es nuestra confianza: que cualquier cosa que pidamos, que armonice con el plan del Padre, será concedida. Y cuanto más tiempo pasemos con Él, más llegaremos a entender su voluntad y cómo orar por ella.
Recuerde que la oración no hace cambiar de opinión a Dios, pero sí transforma el corazón del creyente. Algunas peticiones son concedidas de inmediato, simplemente porque pedimos con la comprensión de que a nuestro Padre celestial le encanta darnos cosas buenas. Otras peticiones pueden requerir más tiempo o ciertos preparativos divinos antes de que nos sean concedidas. Nosotros, mientras tanto, debemos simplemente ser persistentes en la oración.
Cualquiera que sea la respuesta o el tiempo del Señor, podemos confiar en que Él solo tiene reservado lo mejor para sus hijos. La oración nos permite ser testigos de la mano de Dios en cualquier situación. Y a medida que dediquemos atención, tiempo y perseverancia a la conversación con Él, no habrá límite para lo que podamos lograr en los corazones y las circunstancias de las personas.
COMO BUSCAR A DIOS
Lucas 12.29-34
Buscar a Dios por medio de su Hijo Jesucristo debe ser nuestro principal objetivo. Eso requiere una actitud de entrega, diligencia, perseverancia, confianza y humildad. Para buscar al Señor, ¿qué acciones podemos tomar?
Primero, tenemos que estudiar la Biblia. El examen metódico y constante de ella hará crecer nuestra fe y nos dará lo que necesitamos para vivir en santidad (2 P 1.3). Luego, debemos mantener una vida de oración. Orar consiste en tener una conversación con Dios que incluye tanto hablar como escuchar. Tercero, debemos meditar, lo cual implica pensar en lo que leímos en la Palabra. Esto significa asimilar cada pasaje de la Biblia, versículo por versículo, y preguntar al Señor qué significa. Mediante la dirección del Espíritu Santo llegaremos a comprender cómo aplicar su enseñanza a nuestra vida. Este proceso nos ayuda a absorber sus verdades para guiarnos por ellas.
A medida que asimilamos los principios bíblicos, adquirimos sabiduría. Se nos hace más fácil identificar donde está trabajando el Señor, evaluar nuestras circunstancias a la luz de su naturaleza y su plan, y saber cuándo actuar. Al escuchar los mensajes basados en la Palabra de Dios, crecemos en el Señor. Escuchar implica actuar, en respuesta a lo escuchado, sin desviar nuestra atención. Por último, debemos observar cómo está Dios obrando en la vida de otras personas, lo que sirve también como estímulo para nosotros.
Dios promete recompensar nuestra búsqueda de Él. Algunas veces seremos bendecidos con un mayor entendimiento espiritual, y otras con un gozo inexplicable. Pero lo mejor de todo es que buscar al Señor de corazón siempre nos permitirá encontrarlo (Jer 29.13).
LOS PROPOSITOS DE DIOS EN TIEMPOS DE DIFICULTAD
Romanos 8.28, 29
Si pudiéramos diseñar una vida ideal, la mayoría de nosotros evitaría pasar por momentos de adversidad. Pero la Biblia nos enseña que Dios tiene un propósito para las tormentas de la vida.
Purificación. Cuando los problemas nos presionan, tienden a salir a la luz actitudes y hábitos pecaminosos. La conducta impaciente, los arrebatos de ira, o la confianza en algo o alguien distinto a Dios puede volverse evidente. En una crisis, los pecados a los que habíamos restado importancia, pueden comenzar a ser más evidentes. El Espíritu Santo utilizará los tiempos difíciles para suavizar las asperezas y producir el fruto del Espíritu en nosotros (Ga 5.22, 23).
Comunión. Cuando nos va bien en la vida es posible que pasemos menos tiempo con el Señor, y comencemos a no prestar la debida atención a nuestra relación con Él. Incluso podemos apartarnos de sus caminos. Las crisis nos ayudan a reconocer nuestra necesidad de Él y lo impotentes que somos para ayudarnos a nosotros mismos. Los tiempos difíciles nos llevan a ponernos de rodillas en oración y a buscar la comunión con Dios.
Nuestro Padre celestial desea que desarrollemos una manera de ser semejante a la de Cristo y que nos acerquemos más a Él. El Señor quiere que experimentemos la riqueza de su amor, y que le demostremos una reverencia sincera. Él usará las pruebas para lograr los buenos propósitos que tiene para nosotros.
Aunque en la vida hay muchas pruebas distintas, todas tienen algo en común: el deseo y la capacidad del Señor de utilizarlas para nuestro bien y para la gloria de Él. Por medio de estas experiencias podemos deshacernos de las conductas pecaminosas y caminar con Dios.
LAS TORMENTAS DE LA VIDA
Génesis 50.15-21
Cuando la vida se complica, tendemos a alterarnos y a preguntarnos cuándo van a terminar los problemas. Pero Dios quiere que nos concentremos en Él en los tiempos de dificultades. Al hacerlo, descubriremos que el Señor está haciendo una obra importante durante las "tormentas".
Convicciones. En la Biblia está todo lo que necesitamos saber sobre nuestra vida en Cristo. Cuando las circunstancias estén fuera de nuestro control, lo que realmente creemos saldrá a la superficie. La profundidad de nuestra fe en la identidad y las promesas de Dios se hará evidente, lo mismo que cualquier duda que podamos tener. Por ejemplo, José demostró una fuerte convicción cuando reconoció que Dios quiso que sus adversidades fueran para su bien (Gn 50.20). Habrá tiempos en los que no tendremos éxito -como Pedro, cuyo temor lo llevó a negar a Cristo- pero debemos pensar en las pruebas como oportunidades para crecer y aumentar nuestra fe.
Transformación. Como hijos de Dios, debemos vivir de tal modo que seamos un reflejo de Cristo. El Padre celestial puede usar las tormentas de la vida para transformarnos a imagen de su Hijo.
Consolación. Esta bendición no es solo para nosotros, sino también para los demás. Nuestro Padre nos consuela y nos pide que demos a los demás lo que hemos recibido (2 Co 1.3, 4). Los tiempos de aflicción pueden ser producto de nuestros propios errores, de las tretas del enemigo, o del daño que hemos sufrido. Pueden, incluso, ser dispuestos por Dios. Pero, cualquiera que sea la fuente, nuestro Padre celestial los utilizará para nuestro bien y para bendecir a otros. ¿Qué testimonio puede usted darle a los demás?
EL DESARROLLO DE LA PACIENCIA
Colosenses 3.12-14
En un día cualquiera, podemos encontrar personas y situaciones frustrantes, como un conductor lento, un niño revoltoso, o un compañero de trabajo poco colaborador. Podemos sentir la tentación de estallar de ira, pero Dios quiere que mantengamos la calma y seamos pacientes con todos (1 Ts 5.14). Y de hecho, existe un buen número de razones por las cuales debemos ser pacientes:
Nuestro llamamiento. Aunque una vez estuvimos alejados del Señor, hemos sido hechos parte de su familia por medio de la sangre de Cristo. Como hijos de Dios, estamos llamados a tener una vida digna de Él, caracterizada por humildad, mansedumbre y paciencia (Ef 4.1-3).
La enseñanza de la Biblia. Ella nos dice que seamos tolerantes unos con otros, que llevemos mutuamente nuestras cargas y que respondamos con benignidad (Gá 6.1, 2).
El ejemplo de Cristo. Él demostró paciencia ante las acciones de Pedro, las exigencias de las multitudes y las falsas acusaciones de los líderes.
Las buenas relaciones. Nuestra impaciencia puede herir a otros y bloquear el diálogo. Responder con calma da lugar a que la otra persona confiese su falta, explique su actitud y haga cambios.
La aprobación de Dios. Debemos tener presente que cuando soportamos calladamente nuestro sufrimiento, ganamos la benevolencia del Señor (1 P 2.20).
El Espíritu Santo nos está conformando a la imagen de Cristo. Si cooperamos con Él, desarrollará en nosotros la paciencia cuando esperemos o seamos provocados. Una actitud calmada en tiempos de adversidad puede ser un testimonio poderoso de la obra transformadora de Dios.
COMO CONVERTIRSE EN ALGUIEN PASIENTE
Hechos 25.1-16
El apóstol Pablo demostró el poder de la paciencia cuando fue llevado a juicio ante Festo. En vez de dejar que los falsos argumentos de sus acusadores turbaran su tranquilo semblante, el apóstol enfrentó con paciencia el proceso legal permaneciendo fiel al Señor. Se abstuvo de atacar a sus opositores o de denunciar la injusticia de las acusaciones. Su pacífica actitud encontró aceptación por parte del gobernador, y le dio la oportunidad de tener después una audiencia para presentarle el evangelio (Hch 25.24, 25).
Debido a que nuestra "carne" se inclina hacia la impaciencia, necesitamos buscar al Señor por medio de la oración, y pedirle que tome el control de nuestros(as)...
Pensamientos. Para que quitemos nuestra atención de la circunstancia y la pongamos en Dios. Su Espíritu nos ayudará a tener la perspectiva correcta.
Emociones. Si el Espíritu Santo controla nuestras emociones y reacciones, nos sentiremos más calmados. Entonces Él nos dará el poder para manejar la situación de la manera que le agrada.
Palabras. Es vital pedir al Señor que nos ayude a controlar nuestras palabras. Una palabra adecuada puede calmar una situación; hablar en actitud defensiva o gritar airadamente puede empeorar la situación (Pr 15.18).
El Espíritu Santo responderá nuestras oraciones y nos dará lo que necesitemos. La paciencia requiere dominio propio y deseo de agradar a Dios. Pablo tuvo necesidad de ambos y a pesar de la injusticia se mantuvo firme, sin perder el control. Imagínese lo que el Señor puede hacer en la vida de usted si se dispone a convertirse en alguien más paciente.
Salmo 63.1-5
El Señor nos ha dado una diversidad de apetitos esenciales para nuestra supervivencia física. Pero también ha creado en nuestro corazón hambre espiritual. David era un hombre que reconoció y sintió este anhelo por el Señor. En los Salmos lo encontramos meditando, ofreciendo alabanzas o clamando a Dios. Su mayor gozo era estar en contacto con su Padre celestial.
El hambre de Dios es el deseo de conocer y acercarse más a Él. Lamentablemente, este anhelo está aletargado en la vida de muchos creyentes. Son salvos, pero no tienen un firme deseo de aumentar su conocimiento de Dios. Uno de los problemas es que nuestra sociedad está llena de asuntos que se apoderan de nuestros intereses y afectos. Estos placeres e intereses compiten con Dios por nuestra atención, exigiendo nuestro tiempo y esfuerzo.
La buena noticia es que el anhelo de Dios puede ser despertado si estamos dispuestos a cambiar nuestras prioridades e intereses. Aunque cultivar el deseo del Señor toma tiempo, el gozo que experimentaremos es duradero, y las recompensas son eternas. Tu vas tener una relación más rica con Dios. De hecho, cuando tu hambre por el Señor se despierte, Él abrirá tu corazón y tu mente para que tenga mayor compresión y deseo de Él.
Si tenemos ansias del Señor, Él nos dará gozo y despertará un anhelo más profundo de Él en nuestra alma. A diferencia del hambre física, el deseo de Dios nos satisface, pero, paradójicamente, nos deja con hambre. Cuanto más satisfechos estamos con Cristo, más queremos de Él.
EL NUEVO NACIMIENTO Y EL BAUTISMO
Romanos 6.3-10
El Señor Jesús comisionó a sus seguidores a ir y hacer discípulos, "bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mt 28.19). A medida que la iglesia primitiva difundía el mensaje del evangelio, la respuesta de fe del nuevo creyente era el bautismo. Lo cual indicaba públicamente que la persona era ahora seguidora de Jesucristo.
Los símbolos sirven para comunicar lo que las palabras no pueden. El bautismo es un símbolo de nuestra experiencia de salvación. Mediante este acto, proclamamos que Jesús murió por nuestros pecados, de que fue sepultado y resucitó; y damos testimonio de que hemos recibido su poderosa transformación.
La palabra "bautizar" en la Biblia es la misma que se usa en griego para describir una tela que se sumerge en un tinte -se refiere a un cambio total. Por eso, al ser sumergidos en el agua, declaramos que estamos eligiendo morir a la vida vieja y nos estamos uniendo con Cristo. Nuestro pecado es sepultado con Él, y el poder del pecado es vencido por la muerte de Cristo en la cruz (Ro 6.14). Cuando somos levantados del agua, afirmamos la resurrección del Señor Jesús. El bautismo es una manera simbólica de decir que, así como el Señor venció la muerte y resucitó, nosotros resucitaremos espiritualmente. Somos "nacidos de nuevo" y transformados por el poder de su Santo Espíritu.
En la Biblia, "creer" no es una palabra que indica aceptación intelectual, sino acción. Nuestra fe nunca debe ser ocultada como una luz puesta debajo de un almud (Lc 11.33); nuestros familiares y amigos necesitan ver el evangelio en acción.
EL BAUTISMO: NUESTRA IDENTIFICACION CON CRISTO
Mateo 3.11-17
Cristo comenzó su ministerio público con el bautismo. En esos días, Juan el Bautista estaba llamando a la gente a confesar sus pecados y a demostrar su arrepentimiento mediante la inmersión en el río. ¿Por qué, entonces, el inmaculado Jesús pidió ser bautizado?
Al comienzo, Juan rehusó bautizar al Señor sabiendo que Cristo era "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1.29). Pero Jesús no estaba demostrando arrepentimiento, sino que se estaba identificando sacrificialmente con la humanidad pecaminosa.
Como cristianos, estamos llamados a seguir su ejemplo en todas las cosas. Es por eso que el bautismo es el primer paso como seguidores de Jesús. Así como Él estuvo dispuesto a identificarse con nosotros, nos identificamos públicamente con Él cuando somos bautizados y proclamando simbólicamente que: "He puesto mi fe en Jesucristo como mi Salvador y creo que la deuda por mi pecado fue pagada en su totalidad por su sacrificio. Creo que así como Él resucitó de entre los muertos, yo también seré resucitado por medio de Él. Caminaré en la voluntad de Dios mientras esté en este mundo y viviré con Él por toda la eternidad. Porque me amó lo suficiente como para identificarse conmigo en mi pecado, le demostraré mi amor a Él siguiendo su ejemplo ahora, y durante el resto de mis días".
El bautismo demuestra nuestra conexión no solo con Cristo, sino también con nuestros hermanos espirituales -pasados, presentes y futuros. Nos unimos a todos los que caminaron antes de nosotros en la fe, proclamando que somos miembros de un mismo cuerpo, redimidos y resucitados por el Señor.
DAVID: UNA IMAGEN DE LA SOBERANIA DE DIOS
Salmo 103.19-22
A veces es difícil entender los propósitos de Dios al permitir la adversidad. En medio de una tragedia, la soberanía del Señor puede parecer una teología poco realista. Pero la verdad es que Dios dispone todas las cosas para el bien del creyente (Ro 8.28).
Los escritos de David ilustran la importancia de confiar en que el Señor tiene el control, no importa cuán difícil sea la situación. Algunas veces es más fácil pensar en los personajes bíblicos como imágenes perfectas, casi semejantes a Cristo. Pero la vida de David estuvo llena de adversidades, tentaciones, pecados y perdón.
Cuando estaba huyendo del rey Saúl por su vida, Dios lo salvó. Cuando cedió a la tentación con Betsabé, Dios lo salvó. Cuando su hijo intentó apoderarse de su trono, Dios lo salvó y lo mantuvo como rey.
Por todas estas desafortunadas circunstancias, David descubrió que Dios lo estaba protegiendo y guiando a cada paso del camino, para usarlo con planes extraordinarios a pesar de sus imperfecciones. Estas experiencias enseñaron a David a confiar de todo corazón en la soberanía del Señor.
Para aquellos de nosotros en situaciones parecidas, la pregunta es: ¿creemos que Dios tiene el control? Si no es así, entonces, ¿quién lo tiene? En otras palabras, si los acontecimientos de la vida son fortuitos, sin propósito, ¿entonces a quién podemos acudir en medio del dolor?
En 1 Crónicas 29.12, David dice que Dios domina sobre todo y con su mano nos fortalece. Confíe en que el poder del Señor le fortalecerá con su mano soberana. Aunque no siempre pueda entender sus razones, sí puede confiar con certeza en sus propósitos.
COMO DESENMASCARAR A LOS FALSOS MAESTROS
Mateo 7.15-20
Los escritores del Nuevo Testamento nos alertaron en cuanto a las falsas enseñanzas que parecen buenas, pero que se oponen a la verdad (2 Ti 4.3; 1 Jn 4.1). Los líderes perversos tuercen sutilmente la verdad para que los cristianos desprevenidos puedan ser atraídos por sus mentiras. Es por eso que la Biblia nos dice que evaluemos el mensaje de cualquiera que quiera ser nuestro guía (Mt 7.20).
Los maestros falsos son engañosos. Mateo 7.15 nos describe como lobos rapaces disfrazados de ovejas. Aparentan desear que las personas conozcan la verdad acerca de Dios, pero su interpretación de la Biblia puede contener una mezcla distorsionada de verdades y errores. Los creyentes prudentes estudian la Palabra de Dios y son capaces de detectar a esta clase de falsos maestros. Los lobos son, además, desenmascarados por su estilo de vida pecaminoso, que no concuerda con la rectitud (Mt 7.16). Un estudio detenido de sus decisiones, acciones y palabras revelará que esas personas no obedecen la voluntad del Señor ni los preceptos de la Biblia.
La vida y el mensaje de los falsos maestros son autoindulgentes. Sus ideas tentadoras apelan a la naturaleza carnal de sus oyentes. Algunos hablan de la gracia como una licencia para vivir sin ninguna restricción (Jud 4). Pablo denuncia esta mentira al enseñar que los creyentes han muerto al mundo, y que no deben seguir viviendo en el pecado (Ro 6.1, 2).
De los creyentes en Cristo se espera que usen la Biblia como el estándar con el cual evaluar el estilo de vida y las palabras de un líder. Si procuramos conocer la verdad divina, recibiremos discernimiento para reconocer la diferencia entre un mensaje de parte de Dios y uno falso.
COMO DERROTAR A LOS FALSOS MAESTROS
2 Pedro 2.1-3
Una tarde, estando fuera de un supermercado, vi como dos hombres confrontaban a los clientes con unas afirmaciones equivocadas en cuanto a la enseñanza de la Biblia. Cualquiera que pareciera inseguro en cuanto a la fe cristiana era invitado a aprender en un estudio bíblico "lo que Dios había dicho realmente". Yo no fui invitado porque esos hombres se alejaron de mí rápidamente cuando utilicé la Palabra de Dios para defender mis creencias.
El maestro falso quiere crear incertidumbre en sus oyentes. Para conseguir seguidores, debe convencer a su público que posee un conocimiento que ellos no tienen. Las personas que aceptan esta información engañosa como la verdad absoluta, por lo general volverán al falso maestro para recibir más enseñanzas. El tener seguidores complace el ego de estos farsantes y le da una "prueba" de que están en lo correcto.
Los que tienen una sana doctrina no serán engañados. Por eso es tan importante que nuestra fe descanse en las verdades bíblicas. Por ejemplo: que Jesucristo murió por los pecados de la humanidad; que el Espíritu Santo mora en los creyentes, y que los cristianos serán resucitados corporalmente. Pero a estos falsos maestros no se les derrota con "mi pastor dice ...". Cuando seamos confrontados, debemos defender nuestra fe con la Biblia que hemos estudiado. Si la leemos regularmente y aplicamos la Palabra de Dios, estaremos mejor preparados cuando se nos diga una mentira.
Tener una sana doctrina protege a los creyentes de los mensajes distorsionados, y los arma para defender su fe. No sea tomado desprevenido. Si no ha empezado todavía, comience a estudiar la Biblia hoy mismo.
PARA DESARROLLAR LOS MUSCULOS DE LA FE
1 Reyes 18.22, 23
"Quisiera tener una fe grande". Son palabras que casi todos los cristianos han dicho en algún momento. Pero la fe es como un músculo; tiene que ser ejercitado para que se vuelva fuerte; el solo desearlo no hará que eso suceda.
Los cristianos tienen que creerle a Dios, no solo en cuanto a la salvación, sino también en todo lo demás. En vez de ser una "meseta" espiritual, la fe es un proceso que implica grados cada vez mayores de confianza a lo largo de la vida. La fe pequeña espera que Dios haga lo que Él dice, pero la fe fuerte sabe que lo hará.
Elías era un hombre con una fe grande. Veía los retos cada vez mayores como oportunidades para que Dios hiciera su trabajo; el profeta no tenía ninguna duda de que el Señor actuaría de manera sobrenatural. Lo mismo puede hacer usted. El Señor no hará todos los milagros que le pida, pero sí hace una obra extraordinaria en -y por medio de- toda persona obediente si está dispuesta a confiar en Él.
Es posible que usted esté pensando: No soy lo suficientemente bueno para que Dios me use. Pero la Biblia está llena de ejemplos de personas débiles e imperfectas que el Señor utilizó para realizar sus propósitos. Él está buscando, no la perfección, pero sí a personas dispuestas a creerle. El Señor no solo actúa a través de las personas de fe; también las transforma.
Comience leyendo la Palabra de Dios para saber qué quiere Él que usted haga. Las situaciones y las necesidades de cada día son oportunidades para confiar en Él. Pídale al Señor que le recuerde versículos que se apliquen a sus circunstancias. Confíe en Dios y haga lo que Él dice; así Él será glorificado.
LA PACIENCIA EN DIOS
2 Pedro 3.8, 9
La aparente reacción lenta del Señor ante el pecado, muchas veces desconcierta a los creyentes. ¿Por qué no castiga de inmediato a quienes violan sus principios? La breve respuesta se encuentra en 2 Pedro 3.9.
Por nuestra condición humana, queremos que las personas sufran por sus malas acciones. Jonás huyó de su deber de predicar en Nínive porque temía que si sus habitantes se arrepintieran, su Dios misericordioso no destruiría la ciudad. Y eso fue precisamente lo que sucedió. En vez de alegrarse por el triunfo del Señor, el profeta se quejó por haber tratado a los ninivitas con paciencia y misericordia (Jon 4.2).
Jonás estaba enojado con Dios, a pesar de que él mismo había experimentado su misericordia. (Con todo y lo desagradable que fue aquello, hay peores formas de disciplina que ser tragado y vomitado por un pez).
Los creyentes debemos estar agradecidos de que el Señor, a diferencia de los seres humanos, es lento para la ira. Cuando somos rebeldes y testarudos, Él espera pacientemente que reconozcamos nuestra falta. La disciplina es dolorosa tanto para quien la recibe como para quien la aplica. Dios prefiere que veamos el error de nuestra actitud, que dejemos de pensar que estamos quedando impunes por nuestro pecado y que volvamos al camino recto.
El Señor da un valor tan alto al arrepentimiento y a la preservación de la comunión con Él, que está dispuesto a retrasar el castigo por el pecado. Pero solo por un tiempo. Al final, su justicia exige una sanción. No espere a que Él lo discipline. En lugar de eso, haga lo correcto y vuelva su corazón a Dios.
LA CONDICION DE DIOS PARA TU BENDICION
Mateo 16.24-27
El Señor quiere darnos abundantes bendiciones. Veamos lo que se requiere para que podamos recibirlas.
El pasaje de hoy aclara la única condición necesaria para recibir lo mejor de Él: la entrega total. Cada aspecto de nuestro ser -cuerpo, alma y espíritu- debe ser un sacrificio vivo. Esto puede sonar sombrío, pero contrariamente a la lógica humana, la verdadera libertad solo se encuentra cuando nos rendimos totalmente a Cristo.
Los sacrificios eran muy comunes en el Antiguo Testamento. Para expiar el pecado, la persona podía traer un cordero al altar. El animal era apartado para los propósitos de Dios como una ofrenda sagrada, y por medio de su muerte se hacía restitución.
Cuando nos damos como sacrificio, no hay necesidad, afortunadamente, de derramar nuestra sangre. Jesús murió para expiar todos nuestros pecados. Pero por amor y gratitud, cada aspecto de nuestra vida debe ser rendido a Él.
¿Qué implica una vida rendida a Cristo? Un compromiso total con Él, que no cambia en nada por la influencia del mundo. Nuestros deseos y viejas maneras de actuar no son ya las fuerzas motivadoras. En vez de eso, su Espíritu nos guía, y su voluntad es la meta. Rendirse a Él significa seguir su dirección en actitud, palabras, pensamientos y acciones -y hacerlo sin pedir disculpas por eso, sin vacilaciones y sin temor.
Tienes una opción: conformarte con algo inferior a lo que Dios puede darte, o rendirte totalmente a Él. La entrega total no es un camino fácil; significa morir a sus deseos y al interés personal. Pero recuerda que Él está dispuesto y es capaz de hacer más de lo que nosotros podemos imaginar (Ef 3.20).
RAZONES PARA RENDIR NUESTRA VIDA A CRISTO
1 Corintios 6.19, 20
Como vimos ayer, Dios nos dice que rindamos nuestra vida a Él. Esta no es una tarea fácil. Todos nuestros planes, todos los deseos que sentimos, cada derecho que una vez pareció ser nuestro, todo es puesto a un lado para dar paso a la voluntad de nuestro Rey. Pero quizás usted se ha preguntado por qué nos pide Dios esto. El Señor tiene pleno derecho a exigirnos que le demos nuestro todo.
Primero, las Sagradas Escrituras nos enseñan que Él es el Rey soberano del universo entero (Sal 135.6). Por eso, estamos bajo su autoridad, ya sea que decidamos someternos a Él o no. Luego, por medio de su muerte y resurrección, el Señor Jesús nos salvó del pecado y sus consecuencias. Por tanto, nuestra deuda con Él es impagable. Por último, Él nos sostiene; debemos considerar cada respiración y cada latido del corazón como un regalo de Dios.
Sin duda, el Señor tiene derecho a pedirnos que rindamos nuestra vida a Él. Al mismo tiempo, la entrega nos conviene. El Padre celestial promete que obedecerle lleva a la esperanza y a un futuro seguro. Salmo 31.19 dice: "¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen!" Así que, aunque Él es el Todopoderoso, con toda la autoridad para exigir nuestra vida, promete cuidar de nosotros y hacer lo que más nos favorecerá.
¿Estás dispuesto a obedecer a Jesús? Su camino es el mejor y ofrece esperanza, gozo y paz. No siempre nos gustará lo que Él decida hacer, pero promete disponer todas las cosas para nuestro bien. ¿Quisieras confiar en Dios lo suficiente como para entregarle tu vida?
LA MISION DEL SALVADOR
Juan 14.6
Muchos creyentes saben que Jesucristo es el Hijo de Dios, pero debemos entender también su misión, la manera como la cumplió, y lo que eso significa para cada uno de nosotros. Cristo tuvo un doble propósito al venir al mundo como un niño: darnos una imagen tangible de quién es Dios, y morir en nuestro lugar para pagar nuestra deuda de pecado.
¡Qué plan tan maravilloso! El Señor omnipotente y omnisciente había existido desde siempre (Jn 1.1, 14; 8.58), pero, por un tiempo, dejó de lado el poder y la grandeza que le pertenecían legítimamente, para convertirse en uno de nosotros. Gracias a que vino a vivir entre los hombres, podemos entender mejor a nuestro Padre celestial (Col 1.15).
Por medio del sacrificio de Cristo somos invitados a una relación eterna con Dios. La Biblia dice que todos los descendientes de Adán son pecadores (Is 53.6; Ro 3.23), y que la paga del pecado es muerte (Ro 6.23). El castigo tenía que pagarse mediante el derramamiento de sangre (Lv 17.11). Pero el Padre no podía aceptar nada que no fuera un sacrificio perfecto (Dt 17.1). Por eso, el Señor, que era Dios perfecto y hombre perfecto, y ciento por ciento inocente, sufrió una muerte humillante y dolorosa para saldar la deuda que nosotros no podíamos pagar. Él era el único que podía entregar su vida para salvarnos y tender un puente entre cada persona y el Padre celestial.
No hay ninguna manera posible de ganar la salvación. Ella es un regalo maravilloso que el Padre ofrece gratuitamente a cada una de nosotros. La única condición es que recibamos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, y que le obedezcamos.
APARTADOS PARA DIOS
Romanos 12.1-3
Cuando una persona pone su fe en Jesucristo se convierte en un nuevo creyente y es santificada, es decir, apartada para el propósito de Dios. A diferencia de la salvación, que tiene lugar en un instante, la santificación es un proceso que dura toda la vida. Quienes somos seguidores del Salvador debemos dejar que el Espíritu Santo controle nuestra vida. Si es así, ahora mismo estamos siendo santificados, no importa lo que podamos sentir o cómo parezcan nuestras acciones a los demás. Dicho en otras palabras, estamos madurando de manera progresiva en nuestra fe.
Si estamos progresando, debemos estar esforzándonos hacia el logro de algo. El apóstol Pablo explicó la misión del cristiano: "Porque a los que [Dios] antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo" (Ro 8.29). Nuestro carácter, conducta y conversación deben ser reflejos de Cristo, quien vive en nosotros. Dejados por nuestra cuenta, pondríamos demasiado énfasis en la conducta y nos ocuparíamos de reglas y ceremonias que parecen cristianas, sin reflejar verdaderamente a Cristo. Pero Dios ha dado a cada creyente el Espíritu Santo como maestro y guía. El Espíritu trabaja para transformar nuestra mente y corazón, de modo que hablemos y actuemos de acuerdo con nuestra verdadera identidad: de hijos de Dios.
Nuestro Padre celestial quiere que seamos ejemplos vivientes de Él. Dios no espera perfección; sabe que no podemos estar totalmente apartados del pecado. Pero nos enseña cómo pensar y actuar para que podamos "[andar] como es digno de la vocación con que [fuimos] llamados" (Ef 4.1).
LAS HERRAMIENTAS DE DIOS PARA SANTIFICARNOS
1 Tesalonicenses 5.23, 24
La santificación es el proceso que Dios usa para conformar a los creyentes a la imagen de su Hijo. Los escritores de la Biblia utilizaron imágenes que hablan del trabajo de moldeado de Dios en la vida de sus santos. Isaías, por ejemplo, comparó al Señor con un artista alfarero: "Nosotros [somos] barro, y tú el [alfarero] que nos formaste obra de tus manos somos" (Isaías 64.8). Algunas de las herramientas que Él utiliza para moldearnos y perfeccionarnos son:
La Biblia. El salmista describe a la Palabra de Dios como "lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino" (Salmo 119.105). El Espíritu Santo ilumina lo que leemos, para que nos arrepintamos de nuestros pecados y crezcamos en nuestra fe.
La iglesia. Como parte del cuerpo de Cristo, aprendemos las cosas de Dios por medio de la enseñanza del pastor y de los maestros que han sido llamados a servir y a enseñar. El Padre celestial también llama a sus hijos a tener comunión unos con otros (He 10.25), en parte para poder utilizarlos en el proceso de santificación de cada uno de ellos.
El sufrimiento. Dios nos ofrece generoso consuelo y ayuda en tiempos de dificultades, pero también usa nuestras circunstancias dolorosas para moldearnos. Cuando nos sometemos a la obra que Él está haciendo, emergemos de nuestras luchas pareciéndonos más a Cristo.
Desde el mismo momento en que una persona deposita su confianza en el Señor Jesucristo, la obra de Dios santificadora se volverá evidente en su vida. Como hijos del Rey, debemos glorificarlo siendo un reflejo fiel de Él. Y para lograrlo, lo único que debemos hacer es dejarnos moldear con sus herramientas de santificación.
LA SANTIFICACION: EL GRANDIOSO PLAN DE DIOS
Jeremías 29.11
El Padre celestial tiene un plan grandioso para la vida de cada uno de sus hijos, y puede resumirse en la palabra santificación. Si tu nunca has estado seguro del significado del término, no eres el único; muchas personas no tienen clara su definición. Pero los creyentes debemos entenderlo, pues esa palabra nos define.
En su forma verbal -santificar- el término significa "hacer santo" o "apartar". Por eso, cuando algo es santificado es apartado de su uso común anterior y dedicado a propósitos sagrados. El Antiguo Testamento menciona varias cosas que el Señor santificó, entre ellas: el séptimo día y la tribu de Leví como sacerdotes, e incluso consagró lugares como el lugar santísimo dentro del tabernáculo (Gn 2.3; Nm 3).
El Padre celestial sigue santificando a personas en el presente. Antes de que alguien ponga su fe en el Salvador, esa persona está muerta espiritualmente y, en realidad, es enemiga de Dios (Ef 2.1-3; Ro 5.10). Pero en el momento que decide confiar en Jesucristo, sus pecados son borrados y es adoptado en la familia de Dios. Esa persona es apartada como un hijo de Dios, con un propósito sagrado. Esto significa que los creyentes no estamos aquí para ir tras nuestro beneficio personal, sino para servir al Señor y darle honra y gloria.
Como miembros de la familia de Dios, llamados a reflejar su gloria, a los creyentes se les conoce como "santos". Se nos ha dado este apelativo -que comparte su raíz con santificación- no porque estemos libres de pecado o seamos perfectos, sino porque vivimos una vida congruente con Aquel a quien representamos.
A DONDE ACUDES PARA BUSCAR CONSEJO
1 Timoteo 4.4-10
Puesto que los pensamientos dan forma a las convicciones, y las convicciones, a su vez, determinan el estilo de vida, una mentalidad acorde con la Biblia es de vital importancia. Cada día elegimos si será el mundo o la Palabra de Dios lo que moldeará nuestros pensamientos. Aunque la mayoría de nosotros afirma creer en la Biblia, a veces nuestras acciones no concuerdan con nuestras palabras.
¿A dónde acudes cuando necesitas consejo en cuanto a una decisión importante? La Internet, la radio y la televisión ofrecen una gran cantidad de información que puede ser tanto beneficiosa como perjudicial. Los compañeros de trabajo, la familia y los amigos son también fuentes de consejo de fácil acceso, pero ¿son sus palabras de razonamiento mundano, o de sabiduría de lo alto? Nuestro único recurso seguro para la orientación sabia y verdadera es la Biblia. Pero, por desgracia, no siempre buscamos dirección en sus páginas, sino que confiamos en la inteligencia humana y en las preferencias personales.
Hebreos 4.12 describe a la Palabra de Dios como "viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos", que penetra hasta las partes más profundas del alma. Quienes se resisten a rendirse a su incisivo trabajo, destronan, en esencia, al Señor por su negativa a escuchar y obedecer. Pero quienes están dispuestos a ser alimentados por la Biblia, aceptando su amonestación y su corrección, descubrirán las riquezas de una vida de fe.
Dejar que la Palabra de Dios sea nuestra guía exige cambios de pensamiento, actitudes y conducta. Sin embargo, cualquier ajuste en estilo de vida, sacrificio o disciplina que generen santidad, darán por resultado beneficios eternos.
LAS PRUEBAS DE LA VIDA
1 Pedro 1.6, 7
Lo más probable es que hayas escuchado decir: "Si Dios es bueno, ¿por qué permite que sucedan cosas malas?" Desde la caída del hombre, la vida siempre ha incluido el sufrimiento. Pero, aunque las pruebas son dolorosas, el entender el propósito del Señor puede proporcionar gozo y esperanza.
La Palabra de Dios afirma que el sufrimiento tiene un propósito. Básicamente, el Señor está conformando a sus hijos a su imagen (2 Co 3.18). Cuando una persona conoce al Señor por primera vez, viene cargada de muchas "asperezas". La senda que tiene por delante involucra el proceso de la santidad personal, y pocas cosas logran crear una vida santa como lo hace la aflicción. Por desgracia, rara vez maduramos durante los tiempos libres de problemas. Pero el sufrimiento hace aflorar las impurezas y nos obliga a ver la realidad de nuestra vida.
Otra razón por la que el Padre celestial permite las pruebas es para probar la fe de sus hijos. Una fe probada es más fuerte y más segura que una fe no probada.
Además, Dios permite las pruebas para dar a conocer su naturaleza, amor y poder. En las tormentas de la vida, quienes se aferren al Padre celestial descubrirán que Él es real y fiel. Y cuando surja una nueva dificultad, recordarán la fidelidad de Dios en el pasado, y descansarán confiadamente en Él.
Aunque nadie quiere sufrir, la experiencia y las aflicciones madurarán al creyente. Podemos aprender de los libros y de las historias de otras personas, pero el mayor crecimiento se produce en las pruebas. Por eso, cuando sientas una aflicción profunda, dale gracias a Dios por el propósito de tu sufrimiento.
COMO EXPERIMENTAR EL AMOR DE DIOS
Efesios 3.17-19
En el pasaje de hoy, Pablo ora pidiendo que los efesios puedan conocer la profundidad del amor de Cristo. Aunque el amor divino está más allá de la comprensión humana, el apóstol dice que Dios dará entendimiento espiritual para que podamos experimentarlo plenamente. Sin embargo, existen cuatro cosas que nos impiden llegar a conocer su amor y descansar en Él:
1. Pensamos que la aceptación de Dios es condicional como la nuestra. Pero la Biblia nos dice que su compasión procede de su naturaleza, y que no depende de nuestra moralidad, decisiones u opiniones. (Véase Ro 5.8).
2. El reconocer que hemos pecado, a menudo nos hace sentir culpables. Algunas veces nos lleva a sentirnos indignos de merecer el gran amor del Padre celestial. En vez de esto, deje que su conciencia culpable le haga volver a Dios para que pueda arrepentirse. Tenga en cuenta que su amor y su perdón son más grandes que cualquier pecado. Él promete que no hay condenación para quienes lo siguen (Ro 8.1).
3. Hay algunos maestros que estimulan el legalismo, lo cual atrapa a la persona haciéndola sentir que debe ganar el favor de Dios. Esto se opone a la verdad divina; pues, nuestro Padre celestial ama a sus hijos incondicionalmente.
4. Algunas personas tienen dificultad para armonizar el amor de Dios con su disciplina. Sin embargo, ambos pueden coexistir. Su corrección surge de la compasión, lo mismo que deben hacer padres amorosos con sus hijos.
Aceptar el amor de Dios traerá paz y gozo a su vida. Al mismo tiempo, no da licencia para pecar. Como cualquier padre amoroso, el Señor nos disciplinará para traernos de nuevo a Él.
El amor incondicional de Dios
1 Juan 4.7-10
Una de las mayores luchas que enfrentan algunas personas es dudar que el Señor pueda amarlas. Pero la Biblia nos dice claramente que sí las ama. Lejos de decirlo simplemente con palabras, Dios también nos ha dado muchas pruebas de que es así. La creación misma es una expresión de su maravilloso cuidado por nosotros. Él creó esta Tierra como la habitación perfecta para la humanidad, y nos da las cosas que necesitamos para vivir. Pero la más alta expresión de su amor se manifiesta en su provisión para nuestra necesidad eterna. Envió a su Hijo para redimirnos del pecado, poder ser perdonados y reconciliados con Dios, y para luego vivir con Él para siempre en el cielo.
¿Por qué, entonces, con todas estas evidencias, seguimos dudando de su amor? Tal vez porque estamos viendo al amor desde nuestra limitada perspectiva: puesto que nosotros no podemos amar a otros incondicionalmente, dudamos de que el Señor pueda hacerlo. A fin de cuentas, el razonamiento humano considera lógico amar a quienes estén a la altura de nuestras normas, y mantenernos a distancia de quienes no lo estén.
O quizás nos sentimos indignos del amor de Dios. Bien, le tengo una noticia: nadie es digno. El amor de Dios no se basa en si lo merecemos o no, sino en la naturaleza de Dios (1 Jn 4.8).
El amor divino es una demostración del compromiso que Dios tiene de bendecirnos al máximo. Es como la marea del océano. Usted puede estar en la orilla y decir: "No creo en las olas", pero eso no les impedirá tocarle. Asimismo, nada de lo que usted haga o sienta impedirá que Dios le ame.
Injertados en Cristo
Juan 15.1-8
El viñador planta y cuida sus vides con el propósito de verlas producir uvas. Dios, como nuestro viñador, nos exhorta a dar fruto espiritual. Él quiere que seamos más como Cristo, caracterizado por el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza (Gá 5.22, 23). Nuestro Padre celestial quiere asegurarse de que los creyentes seamos fructíferos; por esta razón, somos quitados del viejo árbol de la humanidad e injertados en la nueva vid: Jesucristo.
Después de su bautismo, Jesús fue "lleno del Espíritu Santo", quien lo condujo al paso siguiente (Lc 4.1). La vida y el ministerio de Cristo fueron el resultado del poder del Espíritu Santo en su vida, y cuando decidimos seguirlo, Él envía al Ayudador a habitar en nosotros. En el lenguaje de los viñedos, la savia de la vid fluye a la rama injertada dándole vida y la capacidad de producir la clase de fruto propio de esa planta. La rama y la vid se convierten en una sola vida. La traducción de la Biblia al Día dice: "Vivan [...] enraizados en Él, y nútranse de Él" (Col 2.7).
Algunas personas huyen de la vida cristiana porque piensan que no pueden vivirla. Y tienen razón, no pueden, pero el Espíritu Santo sí puede. Cuando somos uno con Jesucristo, el Espíritu de Dios vive a través de nosotros. Eso no significa que seamos libres de responsabilidad, ya que el Espíritu puede hacer su obra solo si decidimos sabiamente rendirnos a Él. Cuando seguimos obedientemente al Señor, nuestro gozo y nuestra paz no dependen de las circunstancias; Aquél en quienes estamos enraizados es nuestro gozo y nuestra paz.
La disciplina espiritual del ayuno
Hechos 13.1-3
El ayuno tiene dos componentes importantes. Uno es la privación de alimentos o actividades, lo que elimina las distracciones. El otro es la atención total a Dios, que permite la conexión con Él a un nivel más profundo.
Daniel vivía bajo cautiverio en Babilonia cuando leyó la promesa de Dios de liberar a los israelitas después de cierto tiempo. Entonces buscó sinceramente al Señor mediante la oración y el ayuno (Dn 9.2, 3). Luego, por medio del ángel Gabriel, Dios le dio una mayor comprensión de lo que había prometido antes.
La Biblia tiene también otros ejemplos. Cuando el rey Josafat se enteró de que un poderoso ejército venía a atacarlo, llamó a toda Judá a reunirse y a ayunar (2 Cr 20.1-4). Dios le dio aliento y fuerzas para enfrentar al ejercito enemigo. Ayunar fue también parte de la preparación de la iglesia primitiva para elegir a sus primeros misioneros. El Espíritu Santo dirigió el envío de Bernabé y Saulo a la obra (Hch 13.2).
Ayunar no nos da una respuesta más rápida de Dios, ni tampoco es para convencerlo de que siga nuestro plan. Lo que hace es ayudarnos a ver nuestra situación a través de sus ojos, y a obedecer lo que discernimos. A veces, he buscado al Señor para tener su perspectiva de lo que estoy haciendo. Ayunar me ha ayudado a tener su visión en cuanto a mi vida y mi trabajo.
Ayunar implica el deseo intenso de escuchar a Dios, un período de tiempo para conectarse con Él, y la disposición de abstenernos de comida o alguna actividad. Si esta idea le intimida, recuerde que el propósito del ayuno es prepararle para que pueda acercarse más a Dios y recibir su aliento y dirección.
La excelente practica del ayuno
Nehemías 1.1-11
El hermano de Nehemías llegó de Judá con malas noticias: los israelitas que vivían en Jerusalén estaban angustiados. Al enterarse de su sufrimiento, Nehemías ayunó y oró al Señor durante varios días. Durante ese tiempo, descubrió que Dios quería que pidiera ayuda al rey de Persia.
Ayunar es una disciplina espiritual que nos ayuda a centrar nuestra atención en el Señor y descubrir su voluntad para que podamos actuar conforme a ella. Las personas ayunan de diversas maneras: algunas evitan consumir alimentos, mientras que otras se abstienen de ciertas actividades. El período de tiempo puede variar también. Pero el enfoque en cada caso debe ser el mismo: buscar a Dios y descubrir su voluntad.
Cuando nos privamos de ciertas cosas suceden varias cosas. Primero, el Espíritu Santo nos ayuda a dejar de lado los asuntos terrenales. Las relaciones, el trabajo y el placer ocupan un lugar secundario al concentrarnos en Dios y sus propósitos. Segundo, nuestra atención se desplaza de nosotros al Señor. Nuestra manera de pensar se vuelve más clara, y nuestra capacidad para entender los planes de Dios se agudiza, porque no estamos distraídos en otras cosas. Tercero, el Señor nos limpia espiritualmente. Su Espíritu nos convence de alguna actitud o conducta pecaminosas. Después de confesar nuestro pecado, somos perdonados y limpiados (1 Jn 1.9).
Cuando nos lleguen noticias inesperadas, como a Nehemías, es posible que nos preocupemos. Él sabiamente buscó al Señor mediante el ayuno y la oración. Esta excelente práctica puede ayudarnos también a escuchar con claridad a nuestro Padre celestial y a enfrentar cada situación.
El Nombre que es sobretodo nombre
Filipenses 2.5-11
Darle nombre a un niño era un gran acontecimiento para una familia hebrea. Esta se esmeraba en el proceso de elegir un nombre; a veces escogía uno que tenía un significado especial para uno de los padres. Por ejemplo, Lea escogió el de "Judá" para su cuarto hijo, diciendo: "Esta vez alabaré a Jehová" (Gn 29.35). A veces, un rasgo advertido en la personalidad del bebé decidía su nombre. Génesis 25.26 narra que este fue el caso de Jacob ("el que suplanta").
Para otros, el nombre dado en el momento de nacer simboliza lo que la persona es. En el mundo antiguo, esto era deliberado. Aun hoy las personas asocian de modo subconsciente los rasgos del carácter y las experiencias, con los nombres. Todos esperamos que cuando los demás escuchen nuestro nombre, ¡piensen en algo bueno antes que una cosa que los asuste!
María y José tuvieron una experiencia muy diferente a la de los otros padres judíos. En vez de ser ellos quienes eligieran el nombre, un ángel les dijo cómo debía llamarse el niño (Mt 1.21). El Padre celestial eligió el nombre terrenal de su Hijo para representar su propósito al venir al mundo. Vendrá el día cuando la simple mención del nombre "Jesús" hará que toda rodilla se doble, y toda lengua confiese que Él es el Señor (Fil 2.10).
La forma hebrea de Jesús significa "salvación" o "Él salva". Cristo es llamado de muchas maneras: Señor, Emanuel, Maestro, Sumo Sacerdote, etc. Pero el nombre que le fue dado cuenta su historia. Vino para salvar al mundo del pecado. ¡No es de extrañarse que Dios le diera un nombre que es sobre todo nombre!
Fundamentos para la vida criatiana
Josué 1.1-9
Aprendí una valiosa lección la noche anterior a mi primera predicación. Mi madre me dio un versículo que Dios puso en su corazón: Josué 1.9. Memoricé lo más rápido que pude ese versículo en cuanto a la valentía, ¡porque estaba aterrado! Leí todo el pasaje y entendí que la fortaleza y la valentía están ligadas a la concentración en la Palabra de Dios. Por esta razón, pasar tiempo con Dios debe ser una prioridad en nuestra vida.
Cuando estamos en comunión diaria con nuestro Señor, podemos aceptar más fácilmente que Él tiene el control absoluto de todo lo que enfrentamos. Ya sea que hayamos sido golpeados por la adversidad o que estemos rebosando de gozo, Dios tiene controladas nuestras circunstancias. Pasar tiempo con el Padre celestial nos permite traer a Él nuestras preocupaciones y nuestros sentimientos. El Señor podrá, entonces, gozarse con nosotros o abrigarnos tiernamente en nuestra necesidad.
Orar cuando leemos la Biblia y pedirle a Dios que hable a nuestro corazón cuando la leemos es un privilegio que tenemos como cristianos. Cuando estamos delante del Señor, tenemos la oportunidad de recibir su guía y su poder para manejar nuestras circunstancias. Por tanto, Dios restaura nuestras fatigadas almas y nos renueva para enfrentar un nuevo día.
Personalmente, creo que al salir cada mañana de nuestra cama debemos pasar un poco de tiempo de rodillas. Es necesario encomendar cada día a nuestro Padre celestial, examinar nuestras tareas del día y entregar el tiempo a Él. La mañana es como el timón de nuestro día; la manera como comencemos encauzará toda nuestra dirección.
El amor de Dios y su justicia
Salmo 33.4, 5
Algunas personas rechazan el mensaje de salvación porque se sienten ofendidas por lo que dice la Biblia sobre la ira de Dios. Incluso, hay creyentes que tienen problemas para reconciliar el amor del Señor con su justicia. ¿Cómo puede Él ser perfectamente misericordioso y perfectamente justo, al mismo tiempo? En un intento por conciliar este dilema, a menudo tratamos de suavizar el mensaje de juicio, y subrayar más bien el amor de Dios. Pero el amor y la justicia no son términos contradictorios. En realidad, no se puede tener uno sin el otro.
El amor de Dios es para nuestro bien. Si no hay justicia, el pecado se vuelve incontrolable, y causa dolor y sufrimiento. Nadie piensa que un juez ama a la gente si se niega a castigar a un criminal. Dejarlo libre no es saludable para el culpable ni para la comunidad. De la misma manera, nuestro Padre celestial no puede permitir que el pecado quede sin castigo.
Pero esto presenta un dilema aun mayor para la humanidad. Todos somos culpables delante del Dios santo. Es por eso que Cristo vino a la Tierra. Él llevó sobre sí la ira divina por todos nuestros pecados, para que el Padre celestial pudiera ser justo y al mismo tiempo perdonador. Su justicia fue satisfecha por el mayor acto de amor: la muerte de Cristo en la cruz. Así que, quienes aceptan por fe la oferta de salvación del Señor, nunca experimentarán el castigo eterno.
Aunque en el cielo todos los creyentes compareceremos ante el tribunal de Cristo, no habrá razón para temer. Nuestro juicio será con el fin de determinar las recompensas, no de recibir castigo. Por gratitud, debemos prepararnos ahora para ese momento, viviendo para el Señor cada día.
Madurar en la fe para escuchar mejor a Dios
Mateo 17.5
Nuestra capacidad para escuchar al Señor tiene que ver directamente con nuestra relación con Él. Por ejemplo, un incrédulo puede escuchar solamente un mensaje de Dios: el llamado al arrepentimiento y a la salvación en Jesucristo. Si no da este paso vital, ninguna otra cosa que Dios haga o diga le afectará en algo.
Pero, ¿qué de los creyentes? ¿Cómo afecta la manera de escuchar a Dios la relación que tiene un cristiano con Él? Esto es, básicamente, un asunto de identificación. Después de recibir a Cristo como Salvador, tenemos la seguridad de la salvación y estamos eternamente seguros en Él. Pero, más allá de eso, Dios quiere que crezcamos y maduremos en nuestra fe.
Crecemos en Cristo cuando nos identificamos más y más con Jesús. Esta identificación continua nos acerca más a Dios. Por eso, cuando oramos, no estamos orando a una deidad fría y distante, sino a un Dios que nos ama, sostiene y moldea a su propia imagen.
Esto cambia nuestra manera de acercarnos a Él, ¿no? En vez de venir a Dios a rastras y avergonzados, lamentándonos, gimiendo por nuestro pecado e implorando su misericordia, podemos acercarnos a Él confiadamente y con gozo, seguros de que el Señor nos ama, nos perdona y se regocija con nuestras oraciones.
Si tenemos una comunión sin estorbos con el Padre, definitivamente lo escuchamos mejor. Cuando crecemos en intimidad con Él, nuestros oídos espirituales siguen mejorando. Por medio de Jesús podemos tener una relación estrecha inimaginable y una comunidad en doble sentido con el Dios todopoderoso. Dígale al Señor que ese es su deseo.
Nuestras perspectivas para la oración
Salmo 95.6-8
¿Por qué razón dos creyentes pueden orar por un mismo asunto y tener luego diferentes respuestas y actitudes? Esto tiene que ver con sus perspectivas. Cada uno de nosotros viene al Señor con experiencias de vida y con expectativas diferentes. Si queremos escuchar su voz claramente, tenemos primero que ocuparnos de las cosas que afectan la manera como lo hacemos:
Nuestra relación con Dios. El Padre celestial habla de maneras diferentes a los cristianos. Y aunque ni Dios ni los principios fundamentales de la fe cambian jamás, el Señor ajusta su respuesta a cada creyente considerando su madurez espiritual y su situación especial. Por eso, dos personas pueden escuchar cosas distintas, pues están en puntos diferentes en su peregrinación de fe.
Nuestra comprensión de quién es Él. La manera como vemos al Señor cambia la manera como lo escuchamos. Por ejemplo, si usted ve a Dios como un Padre tierno, escuchará su voz de aliento y aceptará su amorosa disciplina. Pero si lo ve como un Padre duro y exigente, sentirá como si fuera imposible vivir a la altura de las expectativas de Él.
Nuestra actitud hacia Dios. Si venimos al Señor de manera orgullosa y rebelde, naturalmente no nos sentiremos inclinados a escuchar su voz de autoridad. Pero si venimos con una actitud sumisa, probablemente escucharemos y recibiremos con gozo su Palabra.
Dios sigue hablando en el mundo hoy. Deténgase y piense qué hay en su vida que pudiera estar bloqueando el mensaje de Él para usted. ¿Qué está afectando su capacidad o disposición para escuchar? Ponga eso delante del Señor hoy, y pídale que derribe todas las barreras.
La esencia de nuestro testimonio
1 Corintios 1:22-24
Los testimonios que no mencionan la cruz carecen de poder. Por nuestro intento de evangelizar "amigablemente", a veces tratamos de hacer más atractivo el evangelio, suavizándolo. Pero la cruda verdad es que Jesucristo murió por nuestros pecados.
Para dar un testimonio efectivo, debemos confrontar a los no creyentes con su deuda de pecado y decirles que Jesús dio su vida para pagarla del todo. Pero decir trivialidades es más fácil que hacer una presentación planificada del evangelio. Por ejemplo, la siguiente declaración es verdadera y agradable: "Serás salvo si recibes a Jesús como Salvador". El problema es que no enseña los pasos concretos a la salvación. Un buen testimonio debe contener tres puntos: una descripción de quién es Jesús, una explicación del único plan de salvación de Dios, y lo que debe creer y hacer una persona para recibir a Cristo.
Es verdad que uno puede ser salvo sin comprender totalmente el papel de la cruz, pero el nuevo creyente comenzará mucho mejor su peregrinación espiritual si conoce la fuente de su salvación. Irónicamente, evangelizamos amigablemente de verdad cuando ofrecemos el panorama concreto del cristianismo, en vez de decir una cosa que es cierta, pero trivial.
Nuestra sociedad se vuelve cada vez más ignorante en cuestiones de la Biblia. Eso significa que las personas con las cuales usted tendrá la oportunidad de anunciarles el evangelio sabrán poco de Jesús; usted puede ser la única persona que conozcan con un verdadero conocimiento de la Palabra de Dios. Ore y aparte tiempo para preparar un mensaje que sea instructivo y que esté enfocado en la cruz. Después, ¡salga a hacer discípulos para Cristo!
La esencia de nuestra fe
Gálatas 2.15, 16
Pablo creía que nada merecía que se jactara, excepto de la cruz (Gá 6.14). Y tenía una buena razón para pensar así, porque todo el plan divino de salvación depende de un tosco madero. Nuestra relación con el Padre celestial es posible gracias a la muerte expiatoria de Jesús. Por su sangre, somos justificados; somos libres de la culpa y del castigo por el pecado.
Gálatas 2.16 (NVI) dice: "Nadie es justificado por las obras que demanda la ley"; es decir, una vida limpia por sí sola no puede hacerse merecedora de la aceptación de Dios. Sin embargo, algunos incrédulos que rechazan el mensaje de la cruz ponen su confianza en una "balanza" cósmica. Confían en que el Señor pesará sus buenas acciones contra las malas, y que Él quedará satisfecho.
Pero, si esta filosofía de la balanza fuera cierta, la muerte de Jesús no tendría sentido. Un Padre que aceptara diversos caminos para lograr la salvación, y que, aun así, sacrificó a su Hijo, no podría ser llamado bueno. Las personas pasan por alto este claro razonamiento, aferrándose a sus ideas.
El problema es el orgullo. Puesto que es natural desear ser aceptado, las personas quieren creer que algo dentro de ellos es digno de ser amado. Pero la cruz exige que nos postremos ante Dios con las manos vacías.
Cuando reconocemos con humildad que no podemos pagar nuestra deuda de pecado, tenemos que aceptar el pago que Jesús hizo a favor nuestro.
No tenemos nada que ofrecerle a Dios, pero la verdad es que Él no espera nada. El Padre celestial creó un plan de salvación que limpia la mancha de nuestro pecado y nos reconcilia con Él.
Los beneficios de rendir cuentas
Hebreos 10.24
Con frecuencia nos hacemos esclavos de una situación al no hacer caso a los límites prudentes de la libertad personal. Es por eso que debemos tener presente los muchos beneficios de rendir cuentas de nuestros actos:
Dirección más clara. La honestidad en cuanto a los errores y a los fracasos lo preparará a usted para recibir buen consejo y estímulo. Esto aumentará su potencial de realizar y de ser todo lo que Dios se propone hacer con usted.
Mayor integridad. Si usted tiene que dar cuenta a alguien, será honesto y transparente. Aunque la verdad duele, el resultado es mayor integridad.
Mejor mayordomía. Dar cuenta de cómo utiliza su dinero, su tiempo o sus capacidades, le hace cuidadoso para no utilizarlos incorrectamente.
Protección contra los excesos. Como hijos de Dios, somos libres en Cristo, pero un amigo al que le rindamos cuenta nos mantiene equilibrados y está pendiente de que no nos excedamos.
Sano autoanálisis. Otra persona puede ayudarnos a ver lo que no podemos ver en nosotros mismos. Cuando permitimos que alguien nos señale nuestras faltas, estamos en una mejor posición para hacer mejoras.
Protección de malas relaciones. Si usted tiene que dar cuenta de adónde va y con quiénes pasará su tiempo, probablemente evitará lugares y relaciones problemáticas.
¿Le rinde cuenta a alguien acerca de la manera en que maneja su dinero, su tiempo y sus relaciones? Si no es así, busque a un creyente digno de confianza al que pueda rendir cuentas. Dar este paso revela un corazón que anhela agradar en todo a Dios.
Rendir cuentas es Bíblico
Santiago 5.13-16
Hay abundantes mandatos bíblicos en cuanto a rendirnos cuentas unos a otros. Pero, para muchos, la idea de revelar información personal parece negativa o incluso una invasión de la privacidad. Tal confesión parece ser un obstáculo para la búsqueda de placer, prosperidad y prestigio. La mayoría de las personas prefieren ser reservadas y no involucrar a nadie más en sus asuntos.
La Biblia, sin embargo, deja claro que los cristianos deben apoyarse y rendirse cuentas mutuamente: "Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados" (Stg 5.16).
La rendición de cuentas en el cuerpo de Cristo es un principio bíblico. Los miembros de la iglesia se sujetan a su pastor (He 13.17). Pablo nos dice que nos sometamos unos a otros (Ef 5.21). Sin embargo, él era responsable ante la iglesia (Hch 14.27), así como Timoteo estaba subordinado a él (1 Ti 4.13-16). Los apóstoles estaban, por supuesto, bajo la autoridad de Jesús (Lc 10), así como Jesús estaba sometido al Padre (Jn 8.28, 29). Y, lógicamente, la Biblia nos dice que toda la iglesia está sujeta al Señor Jesucristo (Ef 5.24). Sea cual sea la posición de una persona, todo el mundo es responsable ante alguien. Y esto es válido para toda la familia de la fe, desde la congregación hasta el Señor mismo, quien sirvió a Dios Padre.
Las personas evitan rendir cuentas por diversas razones, entre ellas orgullo, ignorancia y temor. Esto es peligroso, pues nuestro enemigo conoce nuestras debilidades y sabe cómo explotarlas. Pero podemos vencer con el apoyo de nuestros hermanos en la fe. Hay poder en el cuerpo de Cristo.
Deshágase del enojo
Efesios 4.26-32
El apóstol Pablo escribió ampliamente sobre el carácter y la conducta de los creyentes. Exhortó a los cristianos diciendo: "Que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados" (Ef 4.1), y a ser "imitadores de Dios" (Ef 5.1). En sus cartas a las iglesias, Pablo explicó lo que significaba tener una vida de santidad.
Primero, debemos dejar ciertos hábitos y conductas, y sustituirlos con otros que sean aceptables a Dios. Las conductas "carnales" ya no son parte de nosotros. Tenemos ahora una naturaleza nueva, y debemos conducirnos de acuerdo con la misma. Gálatas 5.19-21 menciona quince conductas específicas que debemos abandonar, entre ellas: enemistades, pleitos, iras, contiendas y disensiones. Notemos el papel que juega el enojo en cada una de estas conductas: estimula los desencuentros e inflama el antagonismo. En segundo lugar, si nos enojamos, tenemos que disculparnos de inmediato (Ef 4.26).
El fruto del Espíritu (Gá 5.22, 23) es el cambio de los pensamientos y de las acciones pecaminosas. Si somos fácilmente irritables, necesitamos adquirir paciencia. Si nuestro enojo nos exacerba, tenemos entonces que convertirnos en personas serenas. El cambio es posible, porque el poder del pecado sobre nosotros ha sido destruido de una vez por todas. Hemos sido liberados para siempre para vivir de una manera agradable a Dios.
Todos luchamos con alguna clase de conducta pecaminosa, pero felizmente no tenemos que seguir con ella. Como nuevas criaturas, ya no tenemos que ser definidos por lo que éramos antes de ser salvos (2 Co 5.17). Para demostrar la santidad que ahora es suya, colabore con la obra transformadora del Espíritu Santo.
La ira pecaminosa
Santiago 1.19, 20
La ira puede romper la comunicación y destruir amistades. Si es reprimida, este sentimiento se convierte en resentimiento, lo cual daña la mente y la conducta. Si no es controlada, la ira puede manifestarse con una expresión de rabia que hiere no solo a quien es dirigida, sino también a otros.
Aunque podamos pensar en muchas razones para justificar nuestra ira, el único criterio que importa es el del Señor. El libro de Proverbios ofrece una perspectiva clara de cómo ve el Señor a la persona airada. Él dice que actúa locamente (Pr 14.17), promueve contiendas (Pr 15.18) y comete pecado (Pr 29.22). También nos alerta en cuanto a no asociarnos con tales personas (Pr 22.24). En cambio, quienes son lentos para la ira son grandes de entendimiento (Pr 14.29) y demuestran sabiduría (29.8, 11). Alejarse de la contienda es también honroso para la persona (Pr 20.3).
En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago compara a la lengua con una pequeña chispa que puede incendiar a todo un bosque (Stg 3.5, 6). Él sabía el daño que puede hacer una persona airada. También escribió que nuestra ira no produce la vida de santidad que Dios desea para nosotros, ni tampoco corresponde con lo que somos en Cristo. Jesús pagó nuestra deuda por el pecado con su vida para liberarnos de nuestra conducta pecaminosa.
Las pocas veces que Jesús se airó estuvieron acorde con los propósitos de Dios. Pero, en nosotros, el sentimiento de ira se origina por lo general como una autodefensa o por los deseos frustrados. Si Dios le ha declarado culpable de tener una ira pecaminosa, arrepiéntase de su pecado y permita que el Espíritu Santo reproduzca en usted el carácter de Cristo.
El Dios de toda consolación
Juan 8.1-11
Una aflicción es una presión demoledora que amenaza con destruirnos. Nuestra salud, nuestra paz mental o nuestras relaciones pueden peligrar. Sabemos que Dios nos consolará cuando estemos enfermos, pero, ¿estará Él con nosotros cuando estemos sufriendo por los pecados que hayamos cometido?
Esta es una pregunta que muchos creyentes se hacen, y muchas veces su respuesta es no. Pero el Señor no nos condena por el pecado, porque Él lo ha olvidado (Vea He 8.12). Lo que permanece son las consecuencias de nuestras acciones pecaminosas. Si nos volvemos a Dios, Él aliviará nuestra alma y nos guiará con toda seguridad a través de sus dolorosas consecuencias. Bajo su influencia, el dolor que nos causamos es tolerable y sirve para fortalecer la fe.
Recordemos a la mujer que fue llevada delante de Jesús por los fariseos. Había sido sorprendida en adulterio, lo cual era una clara violación de la ley. Los líderes religiosos estaban listos para lanzarle piedras, pero Jesús le habló a la mujer con compasión. Aunque Él, de ninguna manera, toleró su pecado, sí reconoció que ella ya estaba enfrentando las consecuencias de sus malas acciones. La perdonó, diciendo: "Vete, y no peques más" (Jn 8.11).
Nada de lo que podamos hacer podrá separarnos del amor de Dios. Una manera que Él tiene de expresar ese amor es mediante su promesa de consuelo cuando suframos, aunque el dolor lo hayamos causado nosotros mismos. Podemos dejar que la vergüenza nos haga alejarnos de los brazos del Padre celestial, convencidos de que Él no dará aliento a quien haya desobedecido, o podemos creer que es "Padre de misericordias y Dios de toda consolación" (2 Co 1.3).
Las experiencias del creyente en el valle
Salmo 23
Las experiencias en el valle son aquellas en las que el dolor es tan grande, o el problema tan difícil, que nos resulta imposible soportarlos. Al igual que una ola de dos metros que se estrella contra la playa, las circunstancias amenazan con aplastarnos.
Para ser realistas, nosotros mismos somos los responsables de algunas de estas situaciones. Cuando decidimos desobedecer a Dios, podemos ir a parar a una situación dolorosa, empeorada por saber que nuestra relación con Él se ha enfriado (1 Jn 1.6). Otras veces, son las acciones de otros las que nos producen sufrimiento: quizás un despido inesperado del trabajo, una infidelidad conyugal o la traición de un ser querido. Pero también hay ocasiones en las que nuestro Padre celestial nos pone en el valle. Aunque Él puede evitarnos los problemas y el sufrimiento, prefiere no hacerlo. El Señor tiene un propósito en mente, que no se cumpliría si optamos por la salida fácil. Cualquiera que sea la fuente, las experiencias en el valle son inevitables.
El Salmo 23 utiliza cuatro palabras para referirse a ese tiempo: sombras, muerte, temor y mal. Estas palabras evocan imágenes de circunstancias abrumadoras, aflicción intensa, turbación profunda y gran adversidad. No hay manera de aligerar la prueba que está marcada por la fatiga emocional o física. Tanto la intensidad como la duración de la prueba son determinadas por la voluntad del Señor, pero Él va a nuestro lado y nos protege en medio de ella.
Dios promete que Él utilizará todo valle, aun aquellos hechos por nosotros, para bendecirnos (Ro 8.28). Nuestra parte es andar con firmeza, con la mirada firme en Él, el espíritu en armonía con su presencia, y la mente confiada en sus promesas.
Como enfrentar las incertidumbres de la vida
Hebreos 11.23-27
La ignorancia en cuanto al futuro es una realidad que aterra a la humanidad. Particularmente en momentos de estrés e incertidumbre, el camino frente a nosotros nos parece sombrío. Pero los creyentes poseemos ojos espirituales capaces de ver al Dios omnisciente que tiene al futuro en su mano.
Moisés desafió a Faraón, de Egipto, condujo a los hijos de Israel a través del mar Rojo y soportó el desorden y la rebelión como líder nómada porque se mantuvo "viendo al invisible" (He 11.27). Los ojos espirituales de Moisés estaban centrados en Dios, y confiaba en el Padre celestial plenamente.
Es posible que nuestra vida cotidiana no sea tan dramática como la de un político rebelde del Antiguo Testamento pero, como Moisés, tenemos un llamado dado por Dios sin instrucciones específicas.
El Padre celestial se revela a sí mismo solo a los creyentes que tienen un corazón limpio (Mt 5.8). "Los de limpio corazón" son los que tienen una manera santa de pensar: rechazan las ideas incorrectas y las sustituyen por la obediencia. Cuando se produce un pensamiento pecaminoso, los creyentes de corazón limpio reconocen su pecado, y se arrepienten para seguir adelante en rectitud. Es decir, las personas que desarrollan ojos espirituales para ver a Dios, son los que están dedicados a conocerle y servirle. Cuando estudiamos la Biblia para conocer sus mandamientos, deseos y manera de actuar, comenzamos a pensar como Él.
Cuando el corazón de un creyente está limpio, su espíritu puede detectar la presencia interior del Padre. Por tanto, podemos enfrentar las incertidumbres de la vida yendo de la mano con Él.
Como se revela Dios a si mismo
Romanos 1.18-21
Observe los delicados nervios de la hoja de un roble, y verá la maravilla de Dios. Mire las olas azotadas por la tormenta en una playa, y será testigo del poder de Dios. El sentido de orden del Señor se revela en la secuencia de las estaciones y en la inclinación del eje y el movimiento de rotación de la Tierra. No hay que mirar más allá de la naturaleza para saber que Dios es real.
Romanos nos dice que la revelación del Señor en la naturaleza es suficiente para declarar sin excusa a quienes niegan su existencia. No existe ninguna explicación lógica para la creación del universo material aparte de que un Dios omnipotente lo hizo todo. La materia y la energía para un "big bang" tuvieron que venir de Alguien.
Pero la naturaleza no puede darnos una revelación completa; la creación no muestra la santidad ni la eternidad de Dios. Por eso Él nos dio su Palabra. La Biblia revela la naturaleza de Dios, contiene sus leyes y dice lo que Él espera de sus hijos. En sus páginas podemos saber quién es nuestro Padre y qué clase de vida espera que tengamos. "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Ti 3.16).
La Biblia nos enseña la Palabra viva, Cristo Jesús, quien es la revelación perfecta de Dios. El Padre celestial quiso asegurarse de que la humanidad pudiera conocerle de manera personal, y por eso envió a su Hijo en carne humana para darse a conocer. Jesús dijo: "Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto" (Jn 14.7). Dedique tiempo al estudio de la Biblia y para orar, y conocerá mejor al Padre.
La verdad sobre la salvación
Hechos 16.31
¿Se ha preguntado usted alguna vez si la fe en Jesús es realmente el único camino para ser salvo? Satanás es un astuto mentiroso que distorsionará la Palabra de Dios para evitar que las personas sigan a Cristo, creando la impresión de que al final todo el mundo irá al cielo. Pero eso no es lo que enseña la Biblia.
La verdad es que podemos elegir rechazar la salvación que Cristo ofrece gratuitamente. El Evangelio de Juan nos dice: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Juan 3.17, 18).
Dios dice claramente que todo aquel que cree en Jesucristo será salvo (Juan 3.16). Y la Biblia enfatiza que tenemos solo esta vida terrenal para tomar una decisión; no hay una segunda oportunidad después de la muerte.
Así que, si usted desea estar seguro de su salvación, puede hacerlo invitando a Jesús a ser su Salvador personal hoy mismo. Dios, quien desea que usted pase la eternidad con Él, le ofrece razones de peso para tomar esta decisión tan importante: "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3.36).
La posibilidad de una segunda oportunidad es tentadora, pero no se deje engañar. No habrá otra oportunidad para ser salvo después de la muerte. El regalo de la salvación solo se encuentra disponible en esta vida, y es solo por medio del Señor Jesús (Juan 14.6). ¡Reciba al Salvador ahora mismo!
Nuestra vida se caracterizará por la paz y el gozo hasta donde seamos capaces de creer en el soberano control de Dios sobre todas las cosas.
Obediencia en las pruebas
Génesis 22.4-18
Abraham comenzó a caminar con el Señor muchos años antes de que se le pidiera que ofreciera a Isaac sobre el altar. Su primer paso había sido dejar su tierra y sus parientes para ir a un lugar que Dios había prometido mostrarle. Pero ahora le estaba pidiendo que renunciara a la persona que él más amaba. Isaac era el hijo de la promesa, aquella por la cual Dios crearía una gran nación y bendeciría al mundo entero. Ofrecer a Isaac era el mayor reto que Abraham había enfrentado en su vida; sin embargo, obedeció.
El Señor nunca nos permite descansar en una altiplanicie espiritual. Es por eso que, a veces, prueba nuestra obediencia. Estas ocasiones para ensanchar nuestra fe son una expresión de su amor, porque Él sabe que estar detenidos no es lo mejor para nosotros. Las pruebas están hechas para ayudarnos a crecer en fe, obediencia y madurez espiritual, al mismo tiempo que hace mayor nuestra consagración a Dios. Así es como nos convertimos en servidores valiosos para su reino.
La obediencia de Abraham ante esta prueba crucial fue determinada por el entendimiento que tenía de Dios. Creía que el Señor cumpliría su promesa de darle descendientes por medio de Isaac, incluso si eso requería resucitar al joven de los muertos (He 11.17-19). Es por eso que Abraham dijo con confianza a sus criados: "Volveremos a vosotros" (Gn 22.5). Él sabía que el Señor era fiel.
Si está pasando por un momento de prueba, Dios está tratando de elevar su fe a un nuevo nivel. Quiere demostrarle que Él es fiel a sus promesas, y que le bendecirá en gran medida por su obediencia. El ensanchamiento de la fe puede ser doloroso, pero Dios le envolverá con su amor y le llevará a la victoria.
Moisés: Adelante por fe
Éxodo 14.10-31
Vivir por fe garantiza dificultades. A la gente no le gusta este mensaje, pero es verdad. Cuando una persona decide rendirse a Dios y obedecerle cueste lo que cueste, ese creyente sufrirá en ocasiones y se le pedirá que haga dolorosos sacrificios. Para poder servir al Señor, Moisés tuvo que decidir ir adelante por fe a pesar de los intimidantes desafíos.
Por haberse criado en el palacio de Faraón, Moisés conocía bien el orgullo del gobernante egipcio, y también la importancia de la mano de obra esclava hebrea. Por tanto, entendía perfectamente la dificultad de llevar a cabo la orden de Dios de liberar a su pueblo. Pero él había dejado su vida cómoda para poder obedecer.
Sin embargo, el trabajo de Moisés no terminó con la liberación de los esclavos; pasó más de cuarenta años después conduciendo a este pueblo errante, intercediendo por ellos cuando desobedecían a Dios, y clamando por salvación cuando enfrentaban problemas.
La vida de Moisés estuvo caracterizada por retos y sacrificios, pero más que eso, fue moldeada por una relación estrecha con Dios. Cada dificultad anulaba su confianza en sí mismo y fortalecía su fe en el Señor. Cada vez que surgía un nuevo reto, Moisés acudía primero a Dios en busca de dirección y ayuda.
La Biblia nos dice que las adversidades crean una intimidad más profunda con el Señor (1 P 5.10). La vida de Moisés así lo demuestra, y esto es cierto para los creyentes hoy. Las dificultades son inevitables. Podemos intentar hacer todo lo posible para evitarlas, pero lo más seguro es que fracasemos. Una actitud más sabia es encarar los retos y seguir adelante por fe.
Cristo: La clave para el contentamiento
Filipenses 4.6, 7
Estando en prisión, Pablo escribió preciosas palabras sobre la suficiencia de Cristo. Tenemos la tendencia a relacionar la idea de contentamiento con la satisfacción de ir de vacaciones a la playa o las montañas, pero el apóstol escribió que no debemos estar ansiosos en ningún momento o circunstancia, porque tenemos la paz del Señor.
El contentamiento es el derecho natural del creyente. La paz es parte del fruto espiritual que viene a ser nuestro cuando ponemos nuestra fe en el Salvador (Gá 5.22); es una serenidad interior que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4.7). Jesús enfrentaba el conflicto con una sensación de calma interior, y gracias a que su Espíritu habita en nosotros, esa calma admirable también nos pertenece. Esto es importante, pues hay momentos en que enfrentaremos problemas que no tendrán solución terrenal. En situaciones así, aprendemos que no podemos hacer frente a las dificultades sin la ayuda de Cristo.
Esta es la otra cara de la moneda: "No hay paz para los malvados -dice el Señor" (Is 48.22 LBLA). La sociedad moderna llama malvadas solo a las personas que cometen actos viles, pero la definición de Dios es mucho más amplia. Malvados son aquellos que rechazan el derecho que Dios tiene de perdonarlos y gobernar sus vidas. Si usted no cree en Cristo como Señor y Salvador, no podrá experimentar contentamiento real y duradero.
Cuando nacemos de nuevo (Jn 3.3-8), llegamos a ser hijos del Dios vivo y herederos legítimos de todo lo bueno que Él da. Esto incluye la profunda paz interior y el gozo que puede soportar cualquier prueba. ¿Qué podrá hacer el hombre a alguien que pertenece al Señor (He 13.6)?
Obstáculos para el contentamiento
Mateo 6.25-30
La ansiedad es un ladrón. La combinación de temor e incertidumbre priva a muchos creyentes de la paz que el Padre celestial desea darles (Jn 14.27). Pero la ansiedad no se ajusta a lo que somos en Jesucristo. Al poner nuestra fe en Él, hemos colocado nuestra vida en las manos de un Dios soberano que quiere lo mejor para sus hijos. ¿Qué podemos temer cuando confiamos en Él?
Creer en el Señor no significa que jamás experimentaremos incertidumbre. Lo que debe significar es que optamos por dejar de lado la ansiedad, y confiar en que Él se ocupará de nuestras necesidades en su momento y a su manera. Cuando no lo hacemos, el temor y la duda pueden afianzarse en nuestro pensamiento y convertirse en una muralla. Entonces Satanás penetrará y utilizará todos los recursos para volvernos aprensivos. Esa es la ansiedad pecaminosa -un sentimiento de temor que aplasta nuestra fe.
La fe puede ser sitiada y derribada cuando su base está debilitada por la incredulidad. No quiero decir que un creyente angustiado no sea realmente un cristiano. Sin embargo, cuando dice: "Sé que Dios tiene el poder de encargarse de los problemas de mi vida, pero no estoy seguro de que querrá hacerlo", los creyentes inseguros pueden buscar la manera de solucionar el problema por sí mismos en vez de esperar pacientemente en el Señor por su ayuda.
El Señor ve el principio y el final de cada situación que enfrentamos. Él conoce el origen de nuestra ansiedad, la mejor manera de aquietar nuestro corazón y cómo convertir nuestro llanto en alegría. Él hará todo esto sin apartarse de nuestro lado, porque nos ama profundamente y desea bendecirnos en abundancia.
Ir por el camino equivocado
Génesis 3.1-8
El Señor promete suplir nuestras necesidades, pero eso significa que lo hará a su tiempo y a su manera. Puede que existan tentaciones que nos hagan desear ir por el camino equivocado, por lo que hay que tener cuidado de no adelantarnos a Dios o seguir una ruta que nos aleje de Él.
Algunas personas creen que su seguridad descansa en cuentas bancarias, prestigio, otras personas o posesiones. Esto puede hacer que nos volvamos adictos al trabajo sacrificando nuestra relación familiar, o a participar en actividades poco éticas por el beneficio económico. Sin embargo, al confiar en la seguridad que tenemos en Cristo, podemos tener paz mental y emocional.
Otra manera poco saludable de satisfacer nuestras necesidades es buscando compañía fuera de los límites establecidos por Dios. Podemos encontrar alegría temporal en una relación inapropiada, pero al final, ese camino conducirá al dolor y la decepción.
El enemigo quiere que busquemos nuestra provisión sin considerar a Dios. Satanás engañó a Adán y Eva insinuando que el Señor estaba ocultándoles cierta información importante; sugirió que su forma de proceder, no la del Creador, podría hacerlos personas sabias. El primer hombre y la primera mujer cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y les costó muy caro. Cuando permitimos que la mentalidad incorrecta dirija nuestras acciones, nos metemos en serios problemas.
Es importante entender lo que hemos recibido mediante la relación con Jesús. Aprender a depender de Él nos ayudará a evitar ir por el camino equivocado para conseguir lo que necesitamos.
Dios satisface nuestras necesidades
Filipenses 4.19
Nuestro Padre celestial ha prometido suplir todo lo que necesitamos. Consideremos algunas de las bendiciones que son nuestras en Cristo Jesús.
Una necesidad humana universal es el amor. A través de la fe en Jesús, hemos sido adoptados como hijos del Padre celestial. Pero antes de que esto pudiese llevarse a cabo, la justicia de Dios tenía que ser satisfecha. Todos hemos nacido con una naturaleza pecaminosa que nos separa del Señor. El Padre celestial, debido a su gran amor por nosotros, envió a Jesús a tomar nuestro lugar y a experimentar el juicio por nuestro pecado. Gracias a su profunda compasión por nosotros, Jesús sufrió y murió para que podamos llegar a formar parte de la familia de Dios y experimentemos su amor por nosotros (Jn 3.16). A través de nuestra relación con Él, esta necesidad de amor se satisface plenamente.
De hecho, por medio de la salvación, nuestro Padre también satisfizo otras dos necesidades básicas: compañía y seguridad. Cuando aceptamos el perdón de Dios, el Espíritu Santo viene a vivir dentro de nosotros, el cumplimiento de la promesa de Jesús nunca nos deja (He 13.5). Esta nueva relación es permanente. Lo que Jesús realizó en la cruz fue plenamente aceptado por Dios como pago por nuestra deuda de pecado. Por otra parte, el mismo Cristo prometió que nadie nos puede arrebatar de su mano (Jn 10.28). Por lo tanto, podemos descansar en el conocimiento de que somos hijos de Dios para siempre. Esa es la verdadera seguridad.
Nuestra profunda necesidad de amor, seguridad y compañía está satisfecha en una relación con el Señor.
¿Qué es la vida cristiana?
Tito 3.4-7
La vida cristiana es precisamente eso -vida, no un conjunto de reglas. Por desgracia, muchas iglesias predican un cristianismo de "haz esto" y "no hagas aquello". Entonces la fe se ve como una ecuación matemática: La gracia salvadora de Jesús + hacer cosas buenas - hacer cosas malas = vida recta. La mayoría de las personas tiene suficientes problemas como para además preocuparse por seguir reglamentos que no se encuentran en la Biblia.
Esa ecuación en cuanto a la justificación que Dios da está en contra de la enseñanza bíblica. Jesús no solo condenó la religión autoritaria de los fariseos, sino que Él mismo ofreció dar libertad por medio de la gracia (Mt 23. 1-4; Jn 8.36). Ni guardar la ley de Dios por el esfuerzo propio, ni atenerse a reglas extras hace libre a la persona. Los creyentes legalistas viven esclavizados y se debilitan cada vez más.
Cuando una persona acepta la gracia salvadora de Jesucristo, recibe una vida nueva. (Vea Ro 6.4). Aunque sigue con su mismo cuerpo, su corazón y mente son transformados. Cristo vive a través de esa persona. El Espíritu Santo fluye en su espíritu, al igual que la savia fluye por las ramas de un árbol. ¡Es como recibir una transfusión de sangre espiritual! Donde antes había debilidad ahora hay fuerza. ¿Por qué confiar en nosotros cuando la valentía y el poder que necesitamos para obedecer a Dios están disponibles por medio de Cristo?
Sé lo que se siente cuando nos extenuamos tratando de ser buenos por nuestras propias fuerzas. Mi deseo es que usted rinda su vida al Señor. Ponga su fe en Él para experimentar el cambio que Dios hará. Jesús nunca se cansará de transformar su vida.
Su obediencia es un testimonio
Daniel 6.1-28
Daniel había estado viviendo fielmente su compromiso con el Señor desde que era un adolescente. Su testimonio de integridad y de piedad lo acompañó durante toda su vida, durante la cual había sido retado con frecuencia a transigir en su fe.
El pasaje de hoy lo muestra enfrentando una situación angustiosamente peligrosa: el foso de los leones. Aunque normalmente centramos nuestra atención en Daniel y los animales, un aspecto sorprendente de esta historia es la reacción del rey.
A pesar de que había firmado imprudentemente la ley que había puesto a Daniel en esa situación tan peligrosa, Darío estaba tan impresionado por Daniel que trató de salvarlo. Cuando los esfuerzos del gobernante fracasaron, hizo una sorprendente declaración de confianza en el Señor. "El Dios tuyo, a quien tú continuamente sirves, él te libre" (Dn 6.16). ¡Eso sí que es un testimonio!
¿Su inquebrantable obediencia a Cristo lleva a otros a poner su fe en el Salvador? Muchos cristianos tienen un compromiso de conveniencia. Se mantendrán fieles, siempre y cuando eso no implique ningún riesgo, rechazo o crítica. En vez de mantenerse firmes ante el desafío o la tentación, se ponen a ver qué camino tomarán sus amigos. ¿Qué clase de testimonio es ese? ¿Quién va a querer seguir a nuestro Dios, si nosotros mismos no lo obedecemos a Él? Nuestra respuesta podrá atraer a los demás a Jesús, o los alejará.
Si desea ser como Daniel, ponga en práctica su obediencia a Cristo, tanto privada como públicamente. El tiempo que pase con Dios transformará su manera de ser y aumentará su obediencia a Él. Entonces su integridad y su vida de obediencia en un mundo incrédulo harán que otros deseen conocer al Señor.
La actividad de Dios
Salmo 66
Las huellas del Señor pueden detectarse a lo largo de la historia. A veces, su actividad es dramáticamente evidente, como cuando separó las aguas del mar Rojo, pero en otras ocasiones ella nos resulta imperceptible. Sin embargo, hay bendiciones para quienes desarrollan el discernimiento espiritual para ver lo que Dios está haciendo.
Las ideas preconcebidas acerca de cómo trabaja el Señor pueden impedirnos percibir su obra. Cuando Él responde nuestras oraciones, nos regocijamos y reconocemos fácilmente su intervención a favor nuestro. Pero, ¿qué pasa cuando no nos da lo que pedimos? Con frecuencia llegamos a la conclusión de que Él no está haciendo nada. El salmista reconoció que el Señor obra de varias maneras, a veces dando una gran liberación (Salmo 66.5, 6) y, otras, por medio de situaciones dolorosas (Salmo 66.10-12).
Otro problema que puede impedir que veamos la mano de Dios en nuestra vida es la falta de atención. Las exigencias de un estilo de vida agitado claman por nuestro tiempo y concentración, dejando poco espacio para momentos de quietud en su presencia. Sin períodos de meditación y oración, nuestro sentido espiritual se embota. Pero quien lee la Biblia con regularidad aprenderá a reconocer la actividad de Dios en su vida, porque Él actúa siempre de acuerdo con su Palabra. Los ojos enfocados en el Señor se abren a una nueva perspectiva. Su fe crecerá al comenzar a discernir la actividad de Dios en su vida. El gozo y la emoción de ver su participación en las cosas grandes y pequeñas, le motivará a alabarle y darle gracias, incluso en los momentos difíciles.
¿Quién decís vosotros que soy yo?
Mateo 16.13-18
La pregunta se mantenía en el aire como una espesa niebla. Había un silencio absoluto. El pequeño grupo que estaba alrededor de Jesús miraba con estupefacción, demasiado asustados o inseguros para poder hablar. No sabían qué decir en respuesta a la pregunta del Señor: "¿Quién decís vosotros que soy yo?" (Mt 16.15).
Entonces, como si una mano invisible hubiera accionado un interruptor, dándole un discernimiento perfecto, Simón Pedro levantó su cabeza. Sostuvo la mirada de Jesús, y dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente" (Mt 16.16). Pedro no se equivocó.
Llamar a Jesús "Cristo" e "Hijo de Dios" no era algo sin importancia en los tiempos bíblicos. Tal afirmación llevó a la muerte a muchos creyentes, ya que las autoridades judías y romanas perseguían a los cristianos que estaban dispuestos a dar la cara por su fe. Aun algunos que caminaban lado a lado con Jesús y que con emoción tomaban parte en su ministerio, a veces dudaban en llamarlo "Cristo". Era un riesgo enorme. Por eso, a veces permanecían callados mientras seguían adelante con su trabajo en favor del reino.
¿No es interesante que la iglesia hoy tenga a menudo el mismo problema? Muchas personas se apresuran a exclamar: "¡Jesús es el Señor!", pero luego no se ocupan de su obra.
¿Hay alguna disparidad entre lo que usted profesa con su boca, y lo que está haciendo para el reino de Dios? Jesús nos llama a ser íntegros en testimonio y en hechos. Si su confesión es "Jesús es el Señor", entonces su vida debe reflejar su valiente posición. ¿Qué pudiera usted hacer hoy para mostrar su fe a otros?
El valor de la obediencia
Juan 14.23
A pesar de la vasta experiencia de Pedro como pescador, regresó de una noche de trabajo sin nada que mostrar por sus esfuerzos. Es muy posible que la petición del Señor de que echara las redes una vez más le pareciera poco razonable; después de todo, Pedro y sus compañeros eran los profesionales. No obstante, el pescador obedeció, y su obediencia bendijo a muchos.
La Biblia demuestra que los planes divinos a menudo desafían la lógica humana. Por ejemplo, ¿quién haría un plan de batalla que implicara solo marchar y gritar? Dios le dijo a Josué que conquistara Jericó de esa manera, y al hacerlo tuvo éxito (Jos 6.1-5).
Moisés es otro ejemplo. Cuando se sintió inseguro de su potencial como líder, el Señor lo tranquilizó de una manera insólita, diciéndole que arrojara su vara al suelo. Cuando Moisés obedeció, Dios confirmó de una manera admirable que lo había escogido como líder (Éx 4.1-3).
Nuestro Padre celestial puede pedirnos que hagamos algo que parece ilógico, como tal vez aceptar una mayor responsabilidad cuando teníamos la esperanza de reducir nuestra cantidad de trabajo; o dejar una posición que Él nos había dado recientemente; o asumir una tarea para la que nos sentimos poco capacitados. Pero debemos seguir adelante con obediencia, sin importar cuán ilógica pueda parecer su petición.
Para comprender la importancia de obedecer, piense en los niños que reciben instrucciones de sus padres o maestros. Es necesario que los escuchen con atención para hacer correctamente la tarea. Algunos pasos pueden parecer sin sentido, pero su justificación se hace clara después.
Simples actos de obediencia
Lucas 5.1-7
Obedecer a Dios en las cosas pequeñas puede traer bendición a muchos. El pasaje de hoy ilustra este principio.
Simón Pedro, un pescador experimentado, había trabajado toda la noche sin pescar nada. Estaba en la playa terminando su trabajo cuando Jesús se le acercó. El Señor quería hablar desde su barca a la multitud que estaba en la orilla de la playa. A pesar de una larga e infructuosa noche de trabajo, Pedro aceptó que Jesús utilizara la embarcación. La multitud fue bendecida al ver y escuchar predicar a Cristo.
Las peticiones que Dios nos hace pueden llegarnos en momentos no oportunos o inesperados. Podemos sentirnos tentados a dejar que otra persona responda nuestro llamado, pensando que no importa quién sea el que obedezca. Pero recuerde que los planes de Dios son para nuestro bien (Jer 29.11).
Más tarde, Jesús hizo una segunda petición a Pedro: que dirigiera la barca a aguas más profundas, y que echara las redes. El pescador expresó las pocas probabilidades de pescar algo, pero hizo lo que Cristo le pidió. La obediencia de Pedro dio como resultado abundancia para la multitud, los demás pescadores, sus familias y él mismo.
Pedro no obedeció para ser recompensado, pero eso es precisamente lo que sucedió. Sus simples actos de obediencia llevaron a mayores oportunidades de servicio y de bendiciones abundantes.
Algunos actuamos como si las obediencias en las cosas pequeñas carecieran de importancia, pero la historia de Pedro nos enseña lo contrario. Comprometámonos a obedecer las instrucciones del Señor en todo, confiando en que toda obediencia será para nuestro bien.
Una vida que consiste en llegar a ser
2 Corintios 4.7-18
El mayor obstáculo para entender el propósito de Dios cuando Él nos quebranta es que un gran número de cristianos piensa que tener fe en Cristo es algo que hacemos. Oramos, leemos la Biblia, vamos a la iglesia, ofrendamos. Hacemos y hacemos, creyendo que ésa es la vida cristiana.
Pero el verdadero cristianismo consiste en llegar a ser, en vez de hacer. La vida de fe que Dios ha dispuesto involucra recibir a Jesús en nuestros corazones, y permitirle que Él cambie los hábitos, la manera de pensar y las preocupaciones que tenemos, para llegar a ser más y más como Él.
Comprender esto cambiará nuestra perspectiva en cuanto a los dolores que debemos soportar. Cuando reconocemos que la vida cristiana es la obra permanente de Jesús de rehacer nuestra vida, el papel del quebrantamiento tiene más sentido. Es el proceso que Dios usa para apartarnos de las cosas que se han vuelto, o pueden llegar a volverse en un obstáculo para nuestro crecimiento. El Señor utiliza también este recurso para tratar asuntos que posiblemente hemos declarado "prohibidos" para Él, como conductas o relaciones poco saludables que justificamos.
Dios no quiere ser el Señor de la mayor parte de su vida, ¡Él quiere ser el Señor de toda su vida! Por tanto, se concentra en las áreas de rebeldía y de autosuficiencia para despojarnos de todo lo que nos impide confiar plenamente en Él. El Señor utiliza el quebrantamiento para eliminar esas inclinaciones, para que podamos vivir dependiendo de Él, día tras día.
Abra su corazón, y pídale al Señor que le muestre cualquier rastro de autosuficiencia en su vida.
El principio del quebrantamiento
Juan 12.24, 25
El quebrantamiento duele, y la mayoría de nosotros preferiría vivir sin dolor. Pero en esos momentos, el Señor hace su obra más grande en nuestra vida, transformándonos y reorientándonos conforme a sus propósitos divinos.
Jesús explicó muy bien en el pasaje de hoy el principio del quebrantamiento, al comparar nuestra vida con un grano de trigo. Si mantenemos la semilla en la mano no pasará nada, y si la depositamos solícitamente en una jarra sobre una repisa se quedará allí por tiempo indefinido. Protegido de esa manera, el grano no servirá en realidad para nada.
Pero si ese grano se pone en la tierra en la que perderá su capa protectora, sucederá algo sorprendente. Poco tiempo después saldrá un pequeño brote de la tierra, que comenzará a desarrollarse en algo diferente, útil y hermoso. Además, ese nuevo tallo producirá más granos que podrán ser plantados, y los nuevos tallos harán lo mismo. Es un maravilloso ciclo de vida en el que un solo grano puede producir innumerables tallos de trigo. Pero todo tiene que comenzar con el quebrantamiento de un grano.
Jesús no solamente habló de este ejemplo, sino que lo vivió. Al dar su vida en sacrificio, fue quebrantado y puesto en la tierra. A partir de ese quebrantamiento surgió nueva vida para nosotros. De ese "grano" han surgido innumerables nuevos creyentes, cada uno de ellos con una nueva vida.
¿Se siente usted quebrantado hoy? Si es así, recuerde el principio del grano que muere. Dios no le ha abandonado, sino que puede estar conduciéndole a una coyuntura en la que experimentará un nuevo nacimiento.
En busca del fruto
Gálatas 5.16-26
Como creyentes, todos queremos tener el fruto del Espíritu, pero, ¿cómo podemos saber si en verdad lo tenemos? Incluso los no creyentes pueden exhibir ciertas cualidades propias del fruto del Espíritu en ciertos momentos. Este fruto, que tiene nueve manifestaciones, no es lo que hacemos, sino lo que somos, y básicamente salen a la luz cuando las circunstancias no son favorables. Dos características nos ayudan a reconocer estas cualidades en nuestra vida.
Los creyentes que dan fruto no son controlados por su entorno. Todos pasamos por pruebas y sufrimientos, pero quien tiene la llenura del Espíritu no pierde su fruto por sus circunstancias. Mantiene su gozo aun cuando las dificultades le abrumen. Si alguien le habla con dureza, responda con amabilidad. Puesto que el Espíritu Santo tiene el control, es libre para producir su fruto sin importar cuáles sean las circunstancias. A pesar de que estos creyentes pueden sentir dolor, enojo o deseo de venganza, optan por confiar en que el Señor les protegerá y dirigirá el resultado.
Los creyentes que dan fruto se recuperan rápidamente después de una caída. Estos creyentes no son perfectos, pero sí sensibles al fallo condenatorio del Espíritu, y se apresuran a volver al Señor en arrepentimiento. En realidad, están agradecidos por la corrección y alaban a Dios, no solo por haberles revelado su debilidad, sino también por haberlos traído de vuelta a la obediencia. Nadie produce estas asombrosas cualidades por sí solo. El empeñarse en ser buenos nunca funcionará. La transformación del carácter se produce cuando nos sometemos a Dios, dándole el control total de nuestra vida.
¿Qué es la vida llena del espíritu?
Efesios 5.18-21
Aunque Dios quiere que todo creyente sea lleno del Espíritu, muchos no están seguros de lo que esto significa. Para ayudarnos a entender que todo lo que nos llena nos controla, Pablo cita la embriaguez como un ejemplo negativo de "llenura", y nos dice que la evitemos. En todo creyente mora el Espíritu de Dios, pero el alcance de su señorío es determinado por la libertad del cristiano para obedecer.
Piense en esto como la decisión voluntaria de rendir su vida al control del Espíritu Santo; en otras palabras, de ser sensibles a su dirección y guía, de obedecer su impulso y depender de su poder. La evidencia del control del Espíritu se revela en el carácter de la persona. Quienes han rendido su vida a la dirección de Cristo están siendo transformados continuamente a su semejanza. El grado de sometimiento determinará el nivel de transformación.
Aunque las buenas obras y el servicio fiel son resultados de ser llenos del Espíritu, no son necesariamente señales de esto. Recordemos que estamos hablando de integridad, no de lo que hacemos. Es más fácil servir al Señor en alguna cosa, que amar a las personas poco amables, o ser pacientes con las difíciles. Pero cuando el Espíritu está en control de nuestra vida, Él hace a través de nosotros lo que no podemos hacer con nuestras propias fuerzas. Todo creyente decide quién gobernará su vida, ya sea por su activa entrega a Cristo, o por seguir a plena conciencia su propio camino. Incluso quienes tratan de evitar el asunto sin tomar ninguna decisión, optan de manera inconsciente por la independencia. La plenitud del Espíritu y el carácter piadoso son de quienes eligen a Dios antes que a sí mismos.
La fe para obedecer
Sí confías en Dios no te puede ir mal
El Señor nunca ha querido que vayamos por la vida dando tumbos. Por eso nos ha diseñado un sendero, y anhela revelárnoslo. Dios nos ha dado la clave para hacer uso de nuestro "mapa" en Proverbios 3.5: "Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia".
Tenemos dos opciones. Al elegir el plan de Dios, dependemos de su conocimiento perfecto, de su poder ilimitado y de su sabiduría para tomar cualquier decisión. La alternativa es confiar en nuestro propio conocimiento, poder y prudencia. Pero estos no solo son limitados, sino además obstaculizados por nuestra vulnerabilidad al engaño, al pecado y al error.
La opción debería ser obvia. ¿Por qué, entonces, nos desviamos tan a menudo de la dirección de Dios? ¿Será porque no confiamos en Él con todo nuestro corazón? En realidad, podemos estar de acuerdo con el Señor acerca de muchas enseñanzas de la Biblia sin confiar en Él. Estar de acuerdo significa que creemos que algo es correcto, pero la fe genuina responde a esa convicción con acción; en otras palabras, haciendo lo que Dios dice. La confianza incondicional implica que le entreguemos cada aspecto de nuestra vida sin tratar de mantener el control.
¿Por qué nos desviamos tan a menudo de la dirección de Dios? ¿Será porque no confiamos en Él?
Gracias a que Dios es misericordioso, justo y amoroso, su camino siempre es el mejor, aun cuando nos parezca que no es así desde nuestra perspectiva. Si usted confía en Él, no le puede ir mal.
Jesucristo el salvador que nos busca
Juan 3.16, 17
En este ocupado mundo tecnológico, parece más fácil que nunca ignorar a Jesucristo. Creemos que podemos satisfacer todas nuestras necesidades haciendo un clic en la computadora. Después de todo, si queremos mantener nuestros ojos en el futuro, ¿por qué buscar a un Salvador que quedó hace más de 2.000 años en el pasado?
Por acostumbrarnos más y más a buscar en nosotros mismos las respuestas, podemos con facilidad caer en una trampa peligrosa: tener la idea de que solo porque Dios no nos importa, no le importamos a Él. Nada podría estar más lejos de la realidad.
A lo largo de toda la Biblia, Dios toma la iniciativa de salvar al hombre. Ninguno de nosotros que hemos sido salvos, buscamos primero a Dios; solo respondimos a su iniciativa (Jn 6.44). Fue Él quien dio el primer paso; nos escogió para salvarnos, y luego nosotros respondimos.
¿Qué dice la Biblia? En Juan 3.16 vemos que el Padre dio voluntariamente a su Hijo para que pudiéramos ser salvos. En Juan 3.17, la Biblia aclara que el Hijo fue enviado, no para condenar al mundo, sino para salvarlo.
Piense en las últimas instrucciones que dio Jesús a sus discípulos en Marcos 16.15. ¿Acaso dijo que se cruzaran de brazos y que no mencionaran su nombre a nadie? ¡No! ¡Les dijo que fueran al mundo para contar a todos la buena nueva! El Señor quiere que el evangelio sea comunicado, porque Él sigue buscando a los perdidos. ¿Está usted sentado, esperando que Jesús aparezca? Levántese, hermano. Jesús está aquí, y le ha estado viendo todo el tiempo (Lc. 19.10).
Victoria en las pruebas
Hebreos 11.23-29
Moisés tuvo momentos difíciles en su larga vida. Huyó después de cometer un asesinato, pasó años en el desierto, se enfrentó a un rey que lo menospreció, condujo a una nación quejumbrosa durante 40 años de dificultades, y vio los altibajos de ese mismo pueblo en su lealtad. Pero después que Moisés aprendió el secreto para enfrentar las pruebas, las enfrentó con valentía.
A pesar de que regresó a Egipto con un llamado inconfundible del Señor (Éx 3.10), presentarse ante Faraón debió haber sido intimidante. Y Moisés tuvo que pedirle repetidamente a este que liberara a los israelitas. Faraón no fue inmutado por las langostas, convencido por los forúnculos, o suavizado por el agua convertida en sangre. De hecho, les hizo la vida aún más difícil a los esclavos, obligándoles a encontrar los materiales para fabricar los ladrillos. Y, por su parte, los hebreos fueron muy ingratos con su líder.
A pesar de toda la oposición, Moisés siguió volviendo al palacio hasta que logró el propósito de Dios -la liberación de su pueblo. Hebreos 11.27 nos dice que quien había sido un príncipe en Egipto, durante el éxodo "se sostuvo como viendo al invisible". Después de muchas pruebas a sus espaldas, y más que le aguardaban después al conducir a este pueblo rebelde, Moisés siguió adelante, consciente de que andaba en la presencia del Señor.
Dios había prometido estar con Moisés en cada paso del camino (Éx 3.12). El líder israelita fijó su atención en esa promesa y en Quién la hizo. Tuvo la sabiduría de confiar en que el "Yo soy" (Éx 3.14), el eterno soberano del universo, guardaría su camino y le daría la victoria en las pruebas.
Demos a conocer a Dios
Hechos 17:16-33
Hay tres preguntas que todos necesitamos saber responder correctamente: ¿Quién es el único Dios verdadero? ¿Cómo es Él? ¿Es posible tener una relación personal con Él? A lo largo de toda la historia de la humanidad, un sinfín de personas de todas las naciones han sido inquietadas por estas preguntas.
Cuando el apóstol Pablo estuvo en Atenas, dio las respuestas a la gente al predicarles acerca de Jesús. Hoy día, los cristianos siguen dando a conocer a Jesús, porque la voluntad de Dios es que toda persona tenga la respuesta correcta a estas tres preguntas (1 Ti 2.3, 4). La necesidad es grande. Piense en cuántas personas están involucradas en el sinnúmero de religiones que hay en el mundo. La mayoría de ellas viven en temor, incertidumbre y tinieblas.
Imaginemos que entramos en una iglesia un domingo por la mañana, y que nos sentamos delante de una gigantesca estatua de bronce o de oro. Podemos cantar unas cuantas alabanzas, tomar luego una ofrenda y colocarla a los pies de la estatua. Después de cantar varias melodías, regresamos a nuestros hogares. ¿Qué nos llevaríamos de vuelta? ¿Qué seguridad podemos pretender? No habría gozo, ni paz, ni seguridad en cuanto a esta vida o a la futura, porque nos inclinamos ante algo sin vida e incapaz de escucharnos.
Nosotros, los creyentes, conocemos al Dios verdadero. Hay un mundo lleno de personas que anhelan conocer a Jesús, pero nunca han oído de Él. No se contente solamente con vivir su vida cristiana. Encuentre la manera de compartir su paz y su gozo con alguna otra persona.
Dios habla por medio de la enfermedad
Hechos 9.1-9
La enfermedad o las aflicciones nunca nos gustan. Después de todo, ¿qué cosa buena puede resultar de nuestros males? Dios nunca nos enfermaría por ningún motivo, ¿verdad?
Pues la respuesta, asombrosamente, es que sí. La aflicción es uno de los recursos más eficaces que Dios usa para captar nuestra atención. Si un período de enfermedad es lo que se necesita para que nos reenfoquemos en Él, entonces eso es exactamente lo que el Señor hará.
Pensemos en el apóstol Pablo. Cuando escuchamos su nombre, recordamos al misionero consagrado a Cristo que difundió el evangelio en el primer siglo. Pero este no fue siempre el caso. Lo primero que sabemos de él es que se llamaba Saulo, el enemigo más cruel de los cristianos en aquella época (Hch 9.1, 2) ¿Qué hizo Dios para captar la atención de Saulo?
El relato de Hechos dice que el Señor se le apareció en un brillante destello de luz, y que solamente Pablo pudo verlo. Tras mostrársele, Jesús dejó totalmente ciego a Saulo. Este enemigo de la iglesia fue humillado, y tuvo que depender de otros para llegar a la ciudad.
¿Qué pasó por la mente de Saulo en esos tres días de ceguera? No cabe duda de que sus pensamientos estaban llenos de una sola cosa: su encuentro con Cristo. Al ponerlo ciego, Dios eliminó todo lo que pudiera distraer la atención de este hombre en este tiempo crucial de su vida.
El propósito de Dios es nuestro bienestar, no nuestra felicidad a corto plazo; Él quiere lo mejor para nosotros a la luz de la eternidad. A veces, esto significa que Él permitirá que enfermemos. Si usted está pasando por esto, ore pidiendo sanidad, pero también por lo que Dios quiera decirle con su enfermedad.
Dios habla por medio de las tragedias
Números 21.4-9
Aunque no nos guste admitirlo, a veces es necesario que Dios use una tragedia para quitarnos nuestro egocentrismo o cualquier otro pecado. Las dificultades inesperadas, a menudo, traen consigo un tiempo de intensa claridad en el que el Señor nos quita algo de valor para nosotros, con el fin de que reenfoquemos nuestra mente en Él.
Vemos esto claramente en el pasaje de hoy. Aquí, una vez más, los israelitas se están quejando. Dios los había llevado a tomar un camino largo desde el monte de Hor, para que evadieran a los edomitas. Sin embargo, el pueblo se impacientó por el largo viaje, y comenzó a murmurar y a quejarse de Moisés y de Dios. Sus mentes se habían alejado del Señor; por tanto, era necesario que Él recuperara su atención.
Es interesante que Dios no decidiera hacerlo por medio de una bendición o de otra gran señal milagrosa. Al fin y al cabo, los israelitas lo habían visto hacerlo muchas veces. En vez de ello, Dios envió serpientes venenosas al campamento, causando la muerte de muchas personas. ¿Cuál fue la respuesta del pueblo? Inmediatamente confesaron su pecado, y pidieron a Moisés que intercediera por ellos ante el Señor. Aunque fue una lección costosa para su comunidad, este hecho hizo que le prestaran atención a Dios.
El hablar por medio de una tragedia es una manera sumamente personal que Dios utiliza para comunicarse con su pueblo. Aunque no podemos presumir de saber lo que Dios está tratando de decir a otras personas por medio de sus sufrimientos, debemos hacer frente a nuestras propias aflicciones buscando saber cuál es el propósito y la enseñanza que Dios tiene para nosotros.
Debemos entender nuestro llamamiento
Marcos 8.34, 35
Me gusta usar la palabra creyente cuando hablo de los hijos de Dios, ya que se refiere específicamente a quienes han creído en Jesucristo como Salvador. Es una población mucho más pequeña que aquellos que se autodenominan cristianos. Pero ¿sabía usted que aun menor es el número de quienes pueden ser llamados legítimamente "seguidores"? Estos son aquellos que obedecen con pasión la voluntad de Cristo en todas las cosas.
¿Es usted un creyente o un seguidor? Confiar en Jesucristo es fundamental, pero eso es solo el primer paso de fe. Nuestro objetivo primordial es hacer el largo viaje de la vida siguiendo las pisadas del Señor, honrándole con nuestras acciones y palabras, y creciendo siempre en sabiduría bíblica.
La vida de un seguidor está resumida en la frase obediencia total. De hecho, el Señor define como cristianos verdaderos a quienes demuestran su amor por Él guardando su palabra (Jn 14.23). Cuando se trata de obedecer a Dios, hay solo dos respuestas: "Sí" o "No". Es tentador decir: "Sí, pero ..." como hicieron algunos discípulos potenciales del Señor Jesús, pero esa es una manera indirecta de decir "no". Los seguidores verdaderos siguen siendo fieles al plan del Señor, ya sea fácil o difícil. Y además, lo proclaman tanto en la bendición como en la calamidad, y van adonde Él les esté llevando.
Los seguidores verdaderos buscan al Señor, porque saben que la recompensa es una relación más estrecha con Él. No esperan únicamente pasar la eternidad con Dios, sino que entienden que la eternidad comienza cuando lo acompañan en la senda de justicia que Él ha puesto delante de ellos.
Obstáculos para la fe
Éxodo 3.10-4.17
Dios nos permite llevar a cabo su plan para nuestra vida. Cuando no llegamos a lograr las metas que Él nos ha puesto, no es porque el Señor, de alguna manera, haya fallado en darnos lo necesario. Es porque el fracaso, por lo general, es el resultado de un obstáculo que hay en nuestro corazón -una actitud que constituye un estorbo para nuestra fe. Como resultado, el flujo del poder de Dios se ve obstaculizado, y no podemos llegar a ser quienes Él desea que seamos.
Moisés es un ejemplo dramático del potencial destructivo que tienen los obstáculos para la fe. Llamado a una de las mayores misiones en toda la Biblia, el futuro líder respondió con excusas de por qué no podía obedecer.
Las excusas para desobedecer no han cambiado mucho desde el encuentro de Moisés con la zarza ardiente. Trató de esconderse detrás de los mismos obstáculos para la fe que los creyentes alegan hoy: una baja autoestima (Éx 3.11, 12), ignorancia en cuanto a Dios (Éx 3.13-21), dudas de sí mismos (Éx 4.1-9), sentimientos de incompetencia (Éx 4.10, 11), y temor a fracasar (Éx 4.12, 13). Cada vez que Moisés se quejaba de que el Señor se había equivocado de persona, Dios le respondía con una firme y convincente refutación.
El tema de las respuestas a Dios es algo que todos los creyentes necesitamos entender, como lo hizo Moisés finalmente -es decir, que cuando somos llamados a servir, nuestras fuerzas, habilidades y conocimientos no importan. Es el Señor quien hace el trabajo por medio de nosotros. Él no busca a la persona más calificada sino a hombres y mujeres dispuestos a rendirse a Él. Cuando su poder obra por medio de nuestras debilidades, es evidente que solamente Dios pudo haber logrado el resultado.
El mensaje de la cruz
Juan 19.1-27
Roma utilizaba la cruz como un método brutal de ejecución de criminales. Pero, por medio del sacrificio de Jesús, el mensaje de la cruz se convirtió en un mensaje de esperanza y vida.
La cruz significó cosas distintas para diferentes personas en el relato del evangelio. Para Pilato, el gobernador de Judea, fue donde murió un hombre inocente. Los fariseos y los saduceos, por el contrario, vieron la cruz como la herramienta para eliminar un problema.
Cuando Judas se enteró de que Jesús fue condenado a morir, se angustió mucho. Creo que el traidor había pensado que sus acciones iban a forzar a Jesús a proclamar su reino; Judas pensaba que iba a tener una posición alta en el nuevo gobierno. En vez de eso, su error de cálculo destrozó sus ambiciones personales.
En aquella sociedad, la cruz representaba el castigo por un delito vergonzoso. Por conocer la perfección de la vida de su hijo, y su identidad como el Hijo de Dios, María sabía que Él no merecía la cruz. Tampoco tuvo dudas de que la cruz era el cumplimiento de una profecía; pues, cuando Jesús tenía apenas unos días de nacido, Simeón profetizó que algún día a ella una espada le traspasaría el alma (Lc 2.34, 35). La cruz hizo que fuera así.
Para los discípulos de Jesús, la crucifixión fue el momento en que su amado amigo y Mesías había muerto. Su estrecha relación con Jesús parecía haber terminado, al igual que su sueño de ser liberados de la dominación romana.
¿Qué significa la cruz para usted? ¿El lugar donde un hombre bueno perdió la vida, donde un rebelde fue eliminado, o donde el Hijo de Dios murió para salvarle?
El significado de la cruz
Mateo 27.11-26
La cruz -el símbolo del cristianismo- tiene un gran significado para Dios. Primero, por medio de la muerte de Jesús, el Padre proclamó el valor de cada ser humano: Él ofrece perdón y vida eterna a toda persona que pone su fe en Cristo (Ro 6.23). Segundo, eso significó un costo inmenso. El Dios santo se separó de su Hijo amado cuando llevó el peso del pecado de la humanidad (Mt 27.46). Tercero, se logró la redención del hombre. La sangre de Jesús derramada nos compró de la esclavitud al pecado, y nos reconcilió con Dios (1 P 1.18, 19).
Además, la justicia divina se consumó en la cruz. Las Sagradas Escrituras nos dicen que la muerte es el pago por la deuda contraída por el pecado (Ez 18.20). Pero Dios exigía un sacrificio sin mancha (Dt 17.1). Nosotros no podíamos pagar adecuadamente nuestra condena; moriríamos en nuestros pecados. Por eso, para que el Dios santo nos perdonara, tenía que haber un sustituto adecuado -uno calificado para pagar por nuestra desobediencia. Jesús, el único que no tenía pecado, tomó voluntariamente nuestro lugar y asumió la responsabilidad de nuestra deuda. Toda nuestra iniquidad-pasada, presente y futura- fue puesta en Cristo, y el juicio de Dios contra nosotros se aplicó a Él.
El significado de la cruz fue experimentado de primera mano por Barrabás, el famoso preso condenado a morir. Lo sustituyó el inocente Hijo de Dios, y el criminal recibió la libertad. Al igual que Barrabás, nosotros hemos tenido conmutada nuestra sentencia de muerte, y, aunque indignos, hemos sido hechos libres en Jesús. Hoy, la cruz sigue ofreciendo vida y libertad a quienes no las merecemos.